El Papa Francisco llegó el domingo al norte de Irak, donde rezó en las ruinas de iglesias destruidas por el Estado Islámico y luego celebró una misa al aire libre.
Su primera parada el domingo fue en Mosul, alguna vez bastión del EI. El Pontífice rezó por las víctimas de la guerra de Irak en la plaza de una ciudad, entre las ruinas de varias iglesias diezmadas por los militantes.
Después de Mosul, Francisco se dirigió a Qaraqosh, una antigua ciudad cristiana que había sido invadida por las fuerzas del Estado Islámico, donde se reunió con miembros de la comunidad local en la Iglesia de la Inmaculada Concepción.
El Papa celebró una misa al aire libre en el estadio Franso Hariri en Erbil antes de regresar a Bagdad. Debido a las restricciones de COVID-19, la asistencia se limitó a 10,000 personas.
El sábado, el Papa de 84 años se reunió con el gran ayatolá Ali al-Sistani en la modesta casa del líder musulmán de 90 años en Najaf.
Sistani es una de las figuras más importantes del Islam chiíta y ejerce una influencia considerable en Irak y más allá.
La presencia cristiana en Irak se remonta a los primeros siglos de la religión, pero solo quedan unos pocos cientos de miles de cristianos en la actualidad.
Los cristianos iraquíes esperan que el mensaje de coexistencia de Francisco ayude a aliviar sus vidas en el país mayoritariamente musulmán donde se encuentran frecuentemente bajo el ataque de los miembros de la milicia chiíta.
Este es el viaje número 33 del Papa fuera de Italia y el primero en los últimos 15 meses debido en gran parte al COVID-19.
Está previsto que el pontífice regrese a Roma el lunes por la mañana.