Alexei Navalny, uno de los más vocales críticos del presidente ruso Vladimir Putin, está sufriendo los efectos de su huelga de hambre, según su esposa, quien lo visitó el martes en la prisión en la que cumple condena desde el pasado mes de febrero.
Navalny, de 44 años, comenzó su huelga de hambre a fines de marzo en protesta por lo que dijo que era una falta de atención médica para cuidar el dolor severo de espalda y piernas que sufría. Su esposa explicó que en estos momentos le cuesta hablar.
"Todavía está tan alegre y optimista como siempre", escribió Yulia Navalnaya en una publicación de Instagram. "Sin embargo, habla con dificultad y de vez en cuando cuelga el teléfono y se inclina sobre la mesa para tomar un descanso. Perdió mucho peso... pesa 76 kg con 190 cm de estatura".
Según los informes, Navalny ha perdido 16 kilogramos desde que fue condenado a tres años y medio de cárcel, en febrero.
Según The Associated Press, el equipo de Navalny dijo que las autoridades amenazan con comenzar a alimentarlo a la fuerza.
Navalnaya afirma que los funcionarios de la prisión aún no permiten que un médico examine a su esposo. "Nunca había visto piel tan apretada alrededor del cráneo, pero sé que no se rendirá", escribió.
El personal de la prisión sostiene que le ofrecieron tratamiento médico a Navalny, pero él se negó. Navalny había sido trasladado a la clínica de la prisión antes en este mes con una tos fuerte y fiebre.
El martes, el servicio penitenciario ruso dijo que un panel de médicos evaluó la salud de Navalny como satisfactoria. Dijeron que había sido trasladado fuera de la clínica y de regreso a la parte principal de la prisión el 9 de abril. Según Reuters, que citó a la agencia de noticias RIA.
También el martes, Navalny amenazó con demandar a la prisión por negarse a darle una copia del Corán, informó AP. Según los informes, el opositor dijo que estudiar el libro sagrado islámico era uno de sus objetivos mientras estaba en prisión.
Navalny sobrevivió a un envenenamiento casi fatal el año pasado y fue detenido cuando regresó a Moscú en enero después de un tratamiento que salvó su vida en Alemania. A su regreso a Rusia, fue condenado por un cargo de malversación y se encuentra detenido en la colonia penal de Pokrov, al que se ha referido como "un verdadero campo de concentración".
Estados Unidos y otros países han sancionado a funcionarios del Kremlin por el envenenamiento, y muchos están pidiendo la liberación del ruso.