En México, donde la lista de personas oficialmente desaparecidas superó las 100.000 el año pasado, han comenzado a aumentar los grupos que rastrean restos humanos que podrían ser de sus familiares, especialmente en el norte del país, donde la guerra entre los carteles de la droga es más cruenta.
Esos grupos están formados mayormente por madres, que han quedado en la incertidumbre sobre la suerte que corrieron sus seres queridos.
La Voz de América acompañó a uno de esos colectivos, las Rastreadoras de Carboca, en sus labores en un campo del desierto de Sonora en donde buscan a personas sepultadas.
“Al parecer este es un orificio de bala”, dijo señalando un cráneo una de las personas que formaba parte del grupo y que prefirió mantener el anonimato.
Es muy probable que se trate de una víctima de la guerra entre los carteles de la droga, una persona cuyos familiares no volvieron a saber nada de él, suponen los buscadores. Cerca al cráneo encontrado, las Rastreadoras de Carboca hallaron también decenas de huesos humanos.
“Este muchacho se acaba de encontrar estos otros restos, mira, es muy posible que sean parte de los cráneos que nos hemos encontrado”, dijo Brince Canastillo, la líder del grupo.
Brince formó las Rastreadoras de Carboca tras la desaparición de su hermano Bryan, hace casi cinco años, y conoció a muchas las familias que compartían su mismo sufrimiento.
“Es un mundo muy difícil, a veces estás bien y a veces estás mal”, expresó a la VOA.
Pero aunque estén mal, estas personas sacan fuerzas para buscar a sus seres queridos. Un ejemplo es Brisa Martínez, cuyo hijo Martín fue secuestrado el año pasado por un grupo delictivo y no ha sabido nada de él. “Es difícil, porque no sabes dónde está, qué le hicieron”, suspiró.
Elvia Noriega es otra de las voluntarias de este grupo, Su hijo era un policía municipal que fue secuestrado el año pasado, estuvo desaparecido por meses, hasta que su cadáver fue hallado en el desierto.
“Yo sé lo que es tener a un hijo desaparecido y no saber, sé la tortura, la tristeza”, dijo.
En esta búsqueda, Elvia localizó parte de un cráneo y otros restos de cadáveres.
Una vez que encuentran una osamenta, los voluntarios llaman a los servicios periciales para que inicien una investigación. En los cuatro años que tiene operando este grupo en el desierto de Sonora, ya ha recuperado más de un centenar de restos óseos.
El objetivo es que las autoridades hagan las pruebas de ADN y puedan identificar a las víctimas, y quizás algunos de los restos encontrados pertenezcan a los desaparecidos que busca sin descanso este grupo de personas unidas por el mismo dolor.
[Reportaje de Rubén Pereida, VOA]
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