El Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil (INPE) reportó que en abril cerca de 1.012 kilómetros cuadrados de bosque tropical de la selva amazónica fueron destruidos, equivalente a un área un poco más grande que la ciudad de Nueva York.
La cifra de deforestación de abril es superior en un 69 % frente al mismo mes de 2021. En lo que va de 2022, hasta el mes de abril, ya han desaparecido cerca de 2.000 kilómetros cuadrados de bosque tropical del Amazonas.
Expertos ven con preocupación estas cifras, al estimar que en los primeros meses del año no es usual que se reporten altas tasas de deforestación debido a que es una temporada de lluvias.
“Esto significa que una vez llegue la época seca, probablemente la [deforestación] será mucho más alta”, le dijo a la Voz de América, Philip Fearnside, biólogo del Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonía de Brasil.
Fearside ha publicado varias investigaciones sobre las diferentes variables que aceleran el avance de la actividad agrícola sobre el Amazonas.
“Existe una correlación muy estrecha entre las exportaciones de soya a China y la deforestación, especialmente en el estado de Mato Grosso”, asegura. "Allí se produce la mayor cantidad de soya que se exporta a China y al mismo tiempo, es el segundo estado de mayor deforestación junto con Pará".
China compró el 67 % de la producción de soya de Brasil en 2021, es decir, 58 millones de toneladas. En el mismo año, la deforestación afectó a 13.200 kilómetros cuadrados, la tasa más alta desde el año 2006.
“China es clave en este problema porque si pusiera algún tipo de condición a sus importaciones, Brasil tendría que demostrar que la soya no viene de áreas que ya fueron deforestadas…Si eso sucediera tendría un efecto instantáneo en las políticas de Brasil, así que China es ciertamente una parte crítica de toda esta historia”, explica Philip Fearnside.
En 2006 las grandes compañías comercializadoras de soya en Brasil sellaron un acuerdo para no comprar cosechas de áreas deforestadas y en su momento se redujo la deforestación, pero desde el año 2017 hay un aumento sostenido en la destrucción de bosque nativo.
La profesora Vanessa Boanada, experta en desarollo internacional sostenibilidad de la Universidad de San Galo Suiza, que investigó el tema, explicó a la VOA que “la expansión de los cultivos de [soya] también se da sobre tierras ocupadas anteriormente por ganaderos, por lo tanto, como son tierras ya degradadas”… [las comercializadoras] no tienen en cuenta la deforestación secundaria”.
Boanada lo cuestiona argumentando que al final la expansión de algunos cultivos de soya termina ocurriendo en un área recientemente deforestada y en su gran mayoría se exporta a China.
En 2020, la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos publicó una investigación en la que le hizo la trazabilidad [o la capacidad de rastrear el proceso] acerca de la cadena de suministro de las exportaciones de carne desde Brasil a China y encontró que entre un 21.7 % y un 31.1 % del total de esas exportaciones de carne pudo haber sido producida en una zona de riesgo de deforestación.
“Es necesaria una acción concertada que vea la deforestación desde múltiples fuentes, no solamente desde una industria en específico”, asegura Vanessa Boanada.
Aunque la presión mayor para proteger el Amazonas recae sobre Beijing por ser el principal consumidor de los productos agrícolas de Brasil, esta semana 23 coaliciones, en nombre de 300 compañías agrícolas y organizaciones civiles de Brasil, le enviaron una carta al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, para crear un fondo que contribuya a la lucha contra la deforestación en el Amazonas.
China no ha mencionado un plan específico para ayudar a contener la deforestación del Amazonas, pero en la cumbre de cambio climático de Glasgow en 2021, China suscribió una declaración conjunta con Estados Unidos en la que ambos países manifiestan la intención de “apoyar la eliminación de la deforestación ilegal global”.
El papel de China en el Amazonas no es el de un simple comprador de soya y carne. China financia infraestructura en Brasil para fortalecer su cadena de suministro, entre otros proyectos en el sector de generación de energía eléctrica y minería, a los que también les atribuyen impactos ambientales.
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