El apicultor Pablo Álvarez se pone en cuclillas junto a las colmenas de su patio trasero y apunta hacia arriba, a un cielo chileno sin nubes. Las abejas van y vienen a lo largo de la línea que señala, volando al unísono como si circularan por una autopista invisible en el aire.
"Esta temporada, el tráfico es muy bajo", afirma.
Un rápido vistazo al patio deja en evidencia lo que ocurre. Hubo una vez que las lluvias primaverales del Hemisferio Sur creaban prados de dientes de león en esta ciudad salpicada de viñedos y próxima a la costa del Pacífico. Ahora solo hay polvo y tierra endurecida.
Álvarez, secretario de la asociación de apicultores de Casablanca, dice que ya había perdido la mitad de sus colmenas a principios de la primavera austral.
“A la salida del invierno, la abeja necesita una buena diversidad y cantidad floral, para poder crecer y acumular miel”, dijo a Reuters mientras caminaba entre las tranquilas colmenas. Si no hay flores, no hay comida, señala.
Su historia es habitual entre los grandes y pequeños apicultores en gran parte del centro de Chile, donde una sequía que dura ya una década está dificultando la vida de las abejas melíferas, según funcionarios gubernamentales, apicultores y expertos de la industria entrevistados por Reuters.
La preocupación por el impacto del clima cambiante en las abejas ha llegado a los niveles más altos del Gobierno en Chile. El país ya ha destinado millones en ayuda para los agricultores afectados por la sequía. En agosto anunció que incluiría una partida en los futuros presupuestos de las agencias para ocuparse de los “costos” del cambio climático.
“Todos sabemos la importancia que tienen las abejas para la producción agrícola”, dijo el ministro de Agricultura, Antonio Walker, recientemente a la prensa. Según señaló, el impacto de la sequía en las 985.000 colmenas que se estima hay en el país es “muy serio”.
Acción de emergencia
Las abejas melíferas polinizan muchos de los principales cultivos de exportación chilenos, como aguacates, arándanos, frambuesas, manzanas, cerezas y almendras. Con su labor, ayudan a sostener la industria alimentaria de Chile, una de las más grandes del Hemisferio Sur y con un valor aproximado de 34.000 millones en ventas anuales.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés) halló el año pasado que Chile ya estaba muy por debajo de las colmenas necesarias para satisfacer las demandas de los agricultores. Mientras, las exportaciones de miel cayeron a la mitad la temporada pasada respecto al año anterior, según datos comerciales.
Daniel Barrera, un experto en la industria apícola del Ministerio de Agricultura, dijo que hasta 2020 no estará disponible un recuento preciso de las colmenas perdidas este año. Sin embargo, reconoció que los sombríos informes procedentes del campo son más que suficientes para justificar la ayuda del gobierno a los apicultores.
“No vamos a esperar a tener datos más duros para tomar acciones de emergencia”, dijo.