La primera ministra británica Teresa May retrasó la votación parlamentaria sobre su acuerdo del Brexit con el objetivo de evitar una derrota estrepitosa, una decisión que arruina sus planes sobre la separación con la Unión Europea.
Todo indicaba que la votación, que iba a tener lugar el martes, sería una gran derrota. Sin embargo, posponer la votación es una nueva humillación para May, quien se convirtió en líder del país después del referendo del 2016 para salir de la UE.
May ha estado luchando contra el Brexit desde entonces: primero para lograr un acuerdo de separación con el bloque, luego para conseguir venderlo a los legisladores escépticos antes de que el Reino Unido abandone la unión el 29 de marzo.
Los legisladores, tanto del Partido Conservador como del Partido Laborista, han dicho que no apoyarán el acuerdo de separación al que los líderes europeos y May llegaron el mes pasado.
Por otra parte, el máximo tribunal de la Unión Europea falló el lunes que Gran Bretaña puede cambiar de parecer sobre el Brexit, dando esperanzas a quienes desean que el país se quede en el bloque, de que el proceso pueda ser revertido.
La oficina de la presidencia de la Cámara de los Comunes dijo que May se dirigirá al Parlamento alrededor de las 15:30 GMT. El discurso no había sido anunciado.
La votación prevista para el martes era sobre si se aceptaba o rechazada el acuerdo, y todas las señales apuntaban a una fuerte derrota para la primera ministra.
La oficina de May dijo que la votación se realizaría, pero la BBC y otros medios informaron que sería aplazado.
En un nuevo revés para May, la Corte Europea de Justicia dijo el lunes que cuando un país miembro de la UE ha notificado sus intenciones de irse, "ese país es libre de revocar unilateralmente esa notificación".
Gran Bretaña votó en el 2016 para dejar el bloque de 28 naciones e invocó el Artículo 50 del Tratado de Lisboa en marzo de 2017, desatando con ello el proceso de salida.
El Artículo 50 tiene pocos detalles, en parte porque la idea de que algún país abandonara el bloque se consideraba improbable.
Un grupo de legisladores escoceses le habían pedido a la corte que fallase sobre si el Reino Unido podía retractar por su cuenta el proceso de separación.
La corte, basada en Luxemburgo, dijo que dada la ausencia de una cláusula específica de salida en el Artículo 50, los países podían cambiar de parecer de acuerdo con sus propios arreglos constitucionales y que eso "refleja una decisión soberana".
El gobierno británico tiene derecho a hacerlo siempre y cuando un acuerdo de salida no haya entrado en vigor.