Lo que comenzó como una respuesta de emergencia al hambre que padecen miles de venezolanos, se convirtió en medio de la pandemia en lo que hoy se conoce como una “bolsa milagrosa”, un programa de beneficencia que ofrece más que alimentos a quienes la reciben.
Impulsado por la escasez de alimentos y la solidaridad de un pequeño grupo de mujeres, nació en Caracas “Ollas solidarias”. En sus inicios, el programa buscaba contrarrestar el impacto del hambre entre las familias más oprimidas en Venezuela, especialmente entre niñas, niños, adultos mayores y enfermos.
“En medio de todo esto, pues cada una de nosotras trabajaba por su lado, hacía comida en su casa, a veces nos uníamos, se lo llevaba una y repartía, eso, la iniciativa y el corazón que surge”, explica a la VOA Carmen Rodríguez de Alarcón, voluntaria del proyecto.
Pero vino la pandemia y la ayuda rápidamente se quedó corta.
“Y un día estando aquí, hablando dijimos: bueno, ¿por qué no unimos esfuerzos? En lugar de cada quien por su lado, ¿verdad?”, relató Rodríguez.
Una de las beneficiadas es Yiubitzaida Matos. Esta abuela cuida de sus cinco nietos. Los menores quedaron huérfanos tras la muerte de su madre contagiada con VIH.
Agradecida, Matos recuerda sus vidas, antes de recibir el invaluable alimento de “ollas solidarias”.
“Tanto mis hijas como mis nietos y yo éramos personas de la calle, pedíamos en las calles, en las aceras, teníamos varios puntos”, comentó Matos.
Y aunque aún no superan su condición de pobreza, reconoce que la obra alimenta también su esperanza de que sus nietos salgan adelante.
“Yo deseo que lleguen los 15 días más rápido, que me llamen, y si no me llaman yo me pongo nerviosa debido a que mi familia está esperando para poder comer muy bien”, explicó esta ciudadana a la VOA.
Obligadas por el incremento de la emergencia, de comidas individuales la obra evolucionó, expandiendo su ayuda a la que hoy se conoce como “bolsa milagrosa”. Con ella, los beneficiados reciben las proteínas y carbohidratos necesarios para que ellos mismos elaboren en casa sus alimentos y le pongan su propia sazón.
“Las familias se sienten atendidas y conducidas con amor, incondicionalmente, lo que reciben aquí, las cosas buenas se repiten y ellos lo repiten en su casa”, afirmó Marilin Daboín, otra voluntaria.
Y tan impactante como el alimento que la “bolsa milagrosa” provee, es la filosofía detrás de la ayuda.
Las promotoras de la obra buscan, al mismo tiempo, empoderar a sus beneficiarios para que a través de sus propias capacidades multipliquen los efectos que la “bolsa milagrosa” ha traído a sus vidas, aún en medio de la pandemia.