Una enorme flota internacional de barcos pesqueros navegando cerca del archipiélago ecuatoriano de Galápagos se mantiene desde hace dos meses, generando preocupación a las autoridades del Ecuador y encendiendo todas las alertas a nivel continental.
La primera alarma se produjo el pasado 22 de mayo, fecha en la que se confirmó que había sufrido una alteración la señal satelital de un tiburón ballena de siete metros de largo, bautizado por unos donantes como “Hope” o “Esperanza”. Se trataba del dispositivo colocado en su aleta dorsal en septiembre del año pasado como parte de un estudio del comportamiento de esa especie, en un esfuerzo por garantizar su conservación.
Curiosamente, la alerta se conoció a través de un computador, a más de 1000 kilómetros del archipiélago ecuatoriano, en una urbanización localizada en las afueras de Quito, frente a la cordillera de Los Andes. Allí, el británico Jonathan Green, fundador del Proyecto Tiburón Ballena Galápagos (Galapagos Whale Shark Project), advirtió el hecho: “Fue con el paso de los días que empecé a sentir que algo extraño estaba sucediendo”, explicó a la Voz de América.
Semanas después, Green determinó sus primeras hipótesis, luego de analizar la pista de la velocidad con que se movía el tiburón ballena. También detectó desde su computador la presencia de una enorme mancha blanca en el Océano Pacífico, cerca de las islas, vista así desde el espacio, y que correspondía a una enorme actividad pesquera.
La evidencia mostró un aumento de la señal de 1,5 nudos por hora a unos 7 nudos por hora. “Eso no puede hacer un tiburón ballena, no puede nadar a esa velocidad, pero sí es la velocidad normal para una embarcación de pesca (…) No tenemos pruebas absolutas de que fue capturada en la zona, pero es muy raro”, lamentó.
A pesar de que el nombre de Esperanza dio la vuelta al mundo en los últimos días, el científico reveló que existen otros dos ejemplares de tiburones ballena, previamente marcados para su estudio, que también están desaparecidos: uno llamado Kimberly y otro que no fue nombrado.
“Preocupa muchísimo”, aseveró Green, quien agregó que las embarcaciones de pesca suelen formar una cortina o muralla en una zona por donde circulan muchas especies migratorias, entre esas, el tiburón ballena, para que con facilidad queden atrapadas en las redes o palangres, formadas con varios anzuelos con cebo, atados a una línea principal.
El tiburón ballena puede ser un atractivo para las flotas pesqueras. Un ejemplar adulto puede pesar entre 20 y 25 toneladas y llegar a medir unos 17 metros de largo.
La organización ambientalista Greenpeace cuestiona la pesca con palangre: en su sitio web señala que “atrapa muchos tiburones en peligro de extinción, tortugas, mamíferos marinos y aves marinas”.
Con Green y la organización Greenpeace coincide el ambientalista chileno y asesor ejecutivo de Mission Blue, Maximiliano Bello. Desde Washington, explicó que “los palangres pueden llegar a tener más de 70 kilómetros, algunas veces, incluso, hasta 100 kilómetros (…) son miles y miles de anzuelos que, además, tienen una cantidad de pesca incidental tremenda. Estamos hablando de cientos o a veces de miles de tiburones que son pescados –cierto- en un solo lance. El efecto ecosistémico, el efecto sobre las especies, es tremendo”, sentenció.
Mencionó que la organización ve con “mucha preocupación” lo que sucede en torno a la pesca a gran escala en el archipiélago ecuatoriano. “Es difícil imaginarse la conservación o hablar de conservación sin hablar de Galápagos”, reflexionó.
Propuso que el Ecuador busque, a través de la Organización de Naciones Unidas, un mecanismo para unir las zonas económicas exclusivas de las islas y del territorio continental, para evitar que se forme entre ambas el corredor donde se ubica la flota pesquera internacional, que comprende en su mayoría barcos chinos, pero también de Panamá y Liberia, entre otras nacionalidades.
Mencionó, además, que debería demandar ante la Organización Mundial de Comercio el fin de los subsidios a barcos chinos, que cataloga como “nocivos”, para evitar que ciertas empresas puedan desplazarse a distancias tan largas a pescar y que debería trabajarse también en la ampliación de la reserva marina de Galápagos.
Bello anticipó que esta situación pudiera generar un colapso mayor de los ecosistemas marinos, con efectos en los océanos, pero también en las comunidades costeras.
Estas y otras recomendaciones son analizadas en el Ecuador por quienes forman parte de una comisión público-privada, conformada el pasado lunes 27 de julio por el presidente, Lenín Moreno, con el propósito de “diseñar la estrategia de protección de Galápagos y el respeto de sus recursos marítimos”.
El mandatario ecuatoriano considera a la Zona Económica Exclusiva que rodea al archipiélago como “una de las áreas más ricas de pesca (…) y un semillero de vida”.
Yolanda Kakabadse, ambientalista y quien presidiera el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), forma parte del grupo que apoyará al Ecuador en este tema. Explicó a la Voz de América que lo más importante por ahora es “reconocer el problema” y que es necesario preocuparse –en igual medida- por la conservación de las islas, por sus habitantes y en general por todos los sectores que trabajan en el archipiélago.
Recordó que es muy difícil saber el estado en el que se encuentran las especies marinas y que los expertos se dan cuenta “cuando ya no hay remedio”.
Mencionó también que el modelo de explotación de los recursos marinos en el mundo no puede sustentarse en el largo plazo. Según Kakabadse, “están depredando los recursos para beneficio de un par de décadas (…) ¿Quiénes van a ser los afectados? Por supuesto, las próximas generaciones, el planeta entero, porque el océano es uno de los ecosistemas más importantes para el control del cambio climático”.
Sin embargo, la experta es cauta a la hora de señalar culpables. Aclaró que no solo los barcos chinos depredan los mares. Recordó que existen otras flotas pesqueras en aguas internacionales, por lo que se mostró partidaria de tratar a éste como un tema “global”.
Será necesario, dijo, que Ecuador trabaje en conjunto con otros países del Pacífico Sur para concretar un frente común. Sobre esta propuesta, a mediados de la semana que pasó, la Comisión del Pacífico Sur, en su XXVIII Reunión Extraordinaria, resolvió “condenar todo acto que pudiera considerarse como pesca ilegal, no declarada y no reglamentada que tenga lugar en las zonas adyacentes a las aguas jurisdiccionales de los países miembros”.
Kakabadse mencionó también la importancia de fortalecer la conservación, especialmente, para proteger de barcos de pesca el corredor sobre aguas internacionales que se localiza frente al archipiélago. Por ello se busca alcanzar acuerdos con Colombia, Panamá y Costa Rica.
En el plazo inmediato, mencionó como opción continuar con el trabajo de vigilancia que llevan adelante las Fuerzas Armadas ecuatorianas, con el fin de evitar que los barcos de pesca traspasen el límite de la Zona Económica Exclusiva, y no dejar de lado los diálogos con el gobierno chino.
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Desde el espacio se aprecia una enorme mancha blanca muy cerca de aguas ecuatorianas. Durante la última semana, de acuerdo con registros de la organización Global Fishing Watch, la flota se ha dispersado, sin alejarse de los límites de la Zona Exclusiva Ecuatoriana y se ha movido en dirección este – oeste, lo que significa que el peligro se mantiene.
El gobierno de Estados Unidos, a través del Departamento de Estado, publicó el domingo un comunicado de prensa en el que llama a la comunidad internacional a defender el estado de derecho e insista en una mejor gestión ambiental de Beijing.
El documento también menciona el apoyo a los esfuerzos del Ecuador para garantizar que los buques con bandera de la República Popular China no participen en la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada.
La presencia china en este lugar del planeta también motivó una reacción del Comando Sur que, a través de su cuenta en Twitter, expresó el pasado martes 28 de julio: “El tamaño y la agresividad de esta flota contra las especies marinas es una gran amenaza para el equilibrio de las especies en las Galápagos", citando una nota del diario británico The Guardian.
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El tema de los barcos pesqueros chinos no es nuevo en el debate nacional ecuatoriano. En 2017, justo en el mes de agosto, fue capturada la nave Fu Yuan Yu Leng 999 cuando realizaba tareas de pesca dentro de la reserva marina de las islas. Posteriormente, sus tripulantes fueron juzgados por tenencia y transporte de especies protegidas, delito que consta en el artículo 247 del Código Orgánico Integral Penal (COIP).
La normativa, que se relaciona con los delitos contra la flora y fauna silvestres, establece que “la persona que cace, pesque, capture, recolecte, extraiga, tenga, transporte, trafique, se beneficie, permute o comercialice, especímenes o sus partes, sus elementos constitutivos, productos y derivados, de flora o fauna silvestre terrestre, marina o acuática, de especies amenazadas, en peligro de extinción y migratorias, listadas a nivel nacional por la Autoridad Ambiental Nacional así como instrumentos o tratados internacionales ratificados por el Estado, será sancionada con pena privativa de libertad de uno a tres años”.
Tras haberse presentado un recurso de casación por la Dirección del Parque Nacional Galápagos en ese caso, la Corte Nacional ratificó la sentencia de tres años de prisión para el capitán de la nave y sus tres ayudantes, como autores y cómplices respectivamente y a un año de prisión a los 16 tripulantes, así como el pago de 6.1 millones de dólares por concepto de reparación integral por los daños causados a la naturaleza.
Esto debido a que la embarcación de bandera china llevaba aproximadamente 300 toneladas de pesca que incluía más de 6.623 tiburones principalmente de las especies: martillo, sedoso, zorro ojón, zorro pelágico y mako.
La preocupación de los ecuatorianos
Los más preocupados por lo que sucede en las islas son sus habitantes. La presencia de barcos de otras nacionalidades es un problema que se suma a los ya existentes. Uno de los más graves es la contaminación de zonas consideradas como paradisíacas por la influencia del hombre.
De un tiempo para acá, es común encontrar objetos plásticos y otros tipos de desperdicios, como barriles, que llegan hasta las islas, arrastrados por las corrientes. A eso se suma el problema que genera la cada vez mayor presencia de embarcaciones turísticas.
José Luis Herrera, joven que reside en la isla Santa Cruz, licenciado en gestión ambiental y portavoz de la Junta Ciudadana de la Provincia de Galápagos, catalogó como “lamentable” lo que sucede en la frontera con la Zona Económica Especial.
“El pescador artesanal, aquí en Galápagos, ha sido catalogado de una mala manera de arrasar con todo lo que se encuentra a su paso, pero bien sabemos que esto no es así”, señaló Herrera, refiriéndose a la magnitud de daños que pueden dejar flotas internacionales comparadas con la pesca artesanal propia del archipiélago.
Criticó también la falta de atención gubernamental a Galápagos. Lo que se vive ahora es parte de un problema mayor, derivado de la pandemia por el avance del COVID-19 y que mantiene prácticamente paralizado el turismo, principal fuente de ingreso, puntualizó. “Hemos sido totalmente aislados del Ecuador continental, pero no hemos tenido las facilidades para ingresar un crédito. No tenemos ahora, prácticamente, con qué subsistir el mes que viene”, mencionó.