Cuando funcionarios de la ciudad de Nueva York erigieron un extenso complejo de tiendas de campaña en un remoto aeropuerto antiguo de Brooklyn para albergar a solicitantes de asilo a fines del año pasado, muchos de los recién llegados y sus defensores cuestionaron la sensatez de colocar a miles de personas en una zona propensa a las inundaciones, a kilómetros de distancia de escuelas y otros servicios, justo cuando llegaba el invierno.
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Esas advertencias se vieron justificadas esta semana, cuando los pronósticos de una tormenta con lluvias torrenciales e intensos vientos obligaron a evacuar precipitadamente el martes el complejo construido en la pista 19 del viejo aeropuerto Floyd Bennett Field.
Casi 2.000 personas, muchas de ellas familias con niños, fueron subidas a autobuses municipales justo al desatarse la tormenta y enviadas a una escuela preparatoria cercana, ante lo cual los administradores de la escuela decidieron cerrar el edificio e impartir clases a distancia al día siguiente.
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La situación pasó rápidamente a ser un factor de tensión en el debate nacional sobre el ingreso de migrantes a través de la frontera sur de Estados Unidos. Políticos y comentaristas conservadores abordaron el asunto, y la escuela recibió llamadas telefónicas amenazadoras. También se reanudaron las críticas sobre cómo están respondiendo Nueva York y otras grandes ciudades al aumento de la inmigración, ya que muchas recurren a alojamientos improvisados para albergar al creciente número de migrantes.
Chicago, que había utilizado comisarías de policía y aeropuertos para alojar temporalmente a los migrantes, ahora está recurriendo a autobuses municipales para paliar esta situación. En Massachusetts, los migrantes han tenido que dormir en salas de espera de aeropuertos y hospitales, al igual que en iglesias. Esta semana, la ciudad de Nueva York empezó a imponer a las familias migrantes un límite de 60 días de estancia en los albergues municipales, muchos de los cuales son hoteles acondicionados en el sector central de Manhattan.
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Luis López, un ecuatoriano de 40 años que lleva casi un mes viviendo en el campamento de Brooklyn, dijo que su familia de cinco miembros durmió en el suelo de la cafetería de la escuela el martes, sólo para ser despertada a la mitad de la noche para volver al campamento, ya que los fuertes vientos se habían aplacado bastante.
También lea ¿Qué proponen para la frontera entre México y EEUU los republicanos y demócratas?Después de esa odisea, López dijo que dejó que sus tres exhaustos hijos faltaran a la escuela, la cual está a casi una hora en coche del campamento.
“Fue una pequeña aventura”, declaró al día siguiente, encogiéndose de hombros.
Pero no sólo se quejaron los migrantes y sus defensores.
Al día siguiente, políticos locales y padres de familia en el extremo suroriental de Brooklyn, un área relativamente suburbana a unos 40 kilómetros (25 millas) del centro de Manhattan, organizaron una protesta frente a la escuela, furiosos por el hecho de que los estudiantes se vieran obligados a tomar clases a distancia para dar cabida a los migrantes. La propia escuela recibió “llamadas de odio” y una amenaza de bomba, según informaron funcionarios el miércoles.
También lea Nueva York demanda a empresas de autobuses por transportar inmigrantes desde TexasAlgunos conservadores prominentes señalaron este suceso para insinuar que se estaba dando prioridad a las necesidades de los migrantes extranjeros frente a las de los niños estadounidenses. El empresario Elon Musk les dijo a sus más de 168 millones de seguidores en su red social X que después de que las ciudades se queden sin escuelas, “vendrán por sus casas”.
Pero los críticos y muchos migrantes coinciden en que la ciudad debe encontrar una solución mejor que la actual en el antiguo aeropuerto Floyd Bennett Field.
“Ya advertimos acerca de esto. El Floyd Bennett Field es susceptible a inundaciones, tormentas, vientos”, dijo la concejala neoyorquina Inna Vernikov, una republicana que representa a la zona, en un video publicado en X esta semana. “No es un lugar aceptable para alojar gente, pero tampoco lo son las escuelas públicas”.
También lea Enorme cantidad de migrantes pone de relieve crisis fronterizaEl gobierno del alcalde Eric Adams anunció la apertura de este conjunto de carpas a mediados de octubre, diciendo que la ciudad estaba “más allá de su punto de quiebre” debido a la llegada de más de 170.000 migrantes desde que comenzó la crisis en 2022.
Situado en Jamaica Bay, entre Coney Island y Rockaway Beach, el Floyd Bennett Field fue el primer aeropuerto de Nueva York y más tarde sirvió de estación naval durante la Segunda Guerra Mundial.
El complejo para migrantes, que ha permanecido cerrado a los medios de comunicación desde que los migrantes se instalaron allí, incluye dos grandes carpas para dormitorios, una carpa salón y una carpa comedor llena de hileras de largas mesas de plástico y sillas plegables.
También lea Alcalde de Nueva York limita llegada a la ciudad de buses con migrantes irregularesLas habitaciones están semicerradas, con mamparas divisorias pero sin techo, según los videos e imágenes facilitados por los residentes y sus defensores. No hay muebles en las habitaciones, que son apenas lo suficientemente grandes como para que quepan las camas. Los baños y las duchas están en remolques fuera de las carpas.
Yeisi Chirinos, una venezolana de 25 años con tres hijos pequeños, dice que las camas ni siquiera son colchones, sino catres que no son cómodos y de los cuales los niños pueden caerse fácilmente.
A Chirinos también le preocupa el hecho de que el centro esté ubicado en un sitio tan remoto. Si uno de sus hijos se enferma y necesita algo de la farmacia, por ejemplo, ella tendría que dirigirse al centro del vecindario, a unos pocos kilómetros de distancia.
“Este no es un buen lugar para una familia”, dijo Chirinos al regresar a casa desde un centro comercial el miércoles por la noche. “La ciudad tiene que trasladarnos a otro sitio”.
Andrés Sánchez, un colombiano de 34 años, dijo que nunca se imaginó pasar el invierno en una tienda de campaña después de hacer el desgarrador viaje por tierra a través del continente americano. Pero después de vivir en el aeródromo durante más de un mes con su esposa y sus tres hijos pequeños, se mantiene optimista.
También lea EEUU: Muerte de niño migrante despierta preocupación por condiciones insalubres de los refugios“Las condiciones no son excelentes, pero no son peores que dormir en la calle”, dijo Sánchez el miércoles por la tarde a las puertas del campamento. “Tenemos un lugar donde vivir, dormir y comer, y por eso estamos agradecidos”.
Una de las principales preocupaciones en materia de seguridad cuando se erigió el refugio improvisado fue que las estructuras de carpas blancas del aeródromo sólo están ancladas a la pista mediante bloques de cemento. La ciudad no estaba autorizada a sujetarlas al suelo con estacas debido a que el lugar ha sido designado sitio histórico por las autoridades federales.
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Zachary Iscol, comisionado de gestión de emergencias de Adams, subrayó tras la tormenta del martes que el gobierno sabía desde hace tiempo que el campamento improvisado del aeródromo se vería sometido a prueba con la llegada del invierno.
Los funcionarios municipales, señaló, sopesaron evacuar el campamento al menos tres veces antes de posibles fenómenos meteorológicos extremos.
“Todos en la ciudad entendemos que el Floyd Bennett Field no es un lugar ideal para alojar a familias con niños”, dijo Iscol el miércoles. “Esto es lo que se nos ha dado. Fue proporcionado por el estado y el gobierno federal, y ha recaído sobre nosotros la responsabilidad de habilitarlo y hacerlo seguro”.
López, el padre migrante de Ecuador, insinuó que algunas de las quejas de los residentes son exageradas, aunque admitió que compartía sus preocupaciones sobre la capacidad de las instalaciones para soportar las inclemencias del tiempo.
Durante las últimas tormentas, dijo, el sonido de la lluvia sobre el tejado retumbaba en el interior de la tienda y los fuertes vientos costeros sacudían el revestimiento exterior de la estructura, sostenido por un armazón metálico.
“Los niños no se preocupan. Son felices. Pueden dormir con cualquier cosa”, dijo López. “Pero yo no. Me quedo despierto porque me preocupo”.
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