Nicaragua, Honduras y El Salvador "continúan socavando sus democracias", afirman analistas

En la foto de archivo con pancartas que dicen "No al fraude electoral", manifestantes exigen un recuento de votos de la segunda vuelta de las elecciones en San Salvador, El Salvador, el 11 de marzo de 2014.

Acciones de mandatarios de Centroamérica, según algunos expertos consultados por la Voz de América, tienen rasgos autoritarios y de caudillos, lo que significa un retroceso en la democracia de esos países.

Nicaragua y Honduras se acercan a sus procesos electorales en medio de constantes señalamientos por la comunidad internacional de debilitar sus instituciones democráticas.

En Honduras, el actual presidente se reeligió dos veces aunque la constitución del país lo prohibía expresamente. En El Salvador, pese a no tener elecciones generales pronto, su presidente ha comenzado a allanar el camino para mantenerse en el poder.

En Nicaragua mientras tanto, Daniel Ortega va por su cuarto mandato y reformó la constitución para lograrlo.

El mandatario de 75 años -quien desde 2007 ha seguido en el poder- ha acusado a la oposición de "liderar un golpe para derrocar al gobierno legítimo" y para proteger a dicho gobierno ha encarcelado a la mayoría de los opositores y precandidatos presidenciales.

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Las acciones de Ortega y del resto de países de Centroamérica, según algunos expertos consultados por la Voz de América, tienen rasgos autoritarios y de caudillos, pero también destacan que el desencanto electoral y el populismo les permitieron llegar a la presidencia.

Eric Farnsworth, vicepresidente del Consejo de las Américas y la Sociedad de las Américas (AS/COA) con sede en Washington, califica las acciones de estos gobiernos y otros de la región como “antidemocráticas” y peligrosas.

“La democracia ha dado pasos concretos hacia atrás en todo el hemisferio este siglo; Nicaragua y Venezuela ahora se han unido a Cuba como antidemocráticos y otras naciones también están en riesgo”, apuntó.

Farnsworth, además señaló a la VOA que en muchos casos la frustración de los pueblos con anteriores gobiernos que no han podido resolver los desafíos “de la desigualdad y la inseguridad”, han llevado a sus ciudadanos a recurrir a “líderes que parecen frescos, no contaminados por vínculos o afiliaciones políticas anteriores, que prometen soluciones fáciles”.

Sin embargo dichos líderes no han significado ningún cambio y agrega que; “están encontrando métodos nuevos e innovadores para utilizar las instituciones de la democracia para socavar la democracia misma, fortaleciendo sus propias posiciones políticas mientras socavan a sus oponentes” y aunque la corrupción es un desafío, sin duda, pero es solo un aspecto del descontento regional con la democracia.

Por su parte el investigador e historiador salvadoreño Carlos Cañas Dinarte, quien reside en Barcelona, afirma que lo que se observa es que nuevamente han regresado los “caudillos presidencialistas”.

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Centroamérica tierra de caudillos

Para el investigador “estos caudillos presidencialistas están manipulando las asambleas nacionales y prácticamente han tomado por asalto, vía el voto y la democracia, el tercer poder que es la Corte Suprema de Justicia”, explica.

¿Qué significa esto? Cañas, señala que con dichas acciones han sometido a la población a una situación de apariencia o visos “dictatoriales”, lo que se puede ver en la exagerada militarización de la sociedad que no veía desde finales de los años 70 cuando en el istmo centroamericano se vivían desapariciones y exilios “que se suponían eran parte del pasado”.

Allanan el camino a la reelección

En el caso de Nicaragua, Ortega -en el poder desde 2007- preparó un camino directo a garantizar su reelección afirma Cañas Dinarte. Para lo comicios de 2011, pese a que la Constitución lo prohibía, logró correr nuevamente por la presidencia luego que con una maniobra jurídica logró esquivar un mandato de la constitución que le impedía su objetivo de seguir en la silla presidencial.

Siempre con maniobras y una serie de reformas a la carta magna por parte del Congreso de mayoría oficialista, en el actual proceso electoral, que culminará en noviembre, la Administración Ortega ha puesto tras las rejas a más de una treintena de dirigentes opositores, entre ellos siete aspirantes presidenciales.

Situación similar se está viviendo en El Salvador, donde un fallo de la Sala de lo Constitucional abrió un camino al presidente Nayib Bukele para presentarse a la reelección en 2024, pese a que la constitución del país lo prohíbe.

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El mandatario salvadoreño, que ya cuenta con el control total del Congreso, ha iniciado además una serie de reformas a la constitución del país y se ha hecho con el control de la Corte Suprema de Justicia, después que la Asamblea – controlada por su partido – destituyera a los magistrados de la Sala de lo Constitucional.

El fiscal general también fue destituido y el nuevo titular dio por terminada la Comisión Internacional Contra la Impunidad en El Salvador (CICIES). Actualmente el país centroamericano ha sido señalado por la comunidad internacional y el mismo EE. UU. de estar “socavando la democracia de su país”.

Pero ¿Qué rol ha jugado en todo esto los procesos electorales?

De acuerdo con Cañas Dinarte en Centroamérica el ausentismo electoral ha ido en crecimiento. Para él, en el caso concreto de El Salvador ha sido así, ya que el actual mandatario ganó con el 27% del padrón electoral a su favor. Además de ser un candidato populista.

“Cada vez hay más manifestaciones de rechazo en el tema de las elecciones”, citó.

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Ausentismo electoral

Mientras que en Nicaragua, en 2016 Ortega llegó al poder con el 72,4 % de los votos en unas elecciones donde la principal coalición opositora no participó. Sin embargo, la aceptación del líder sandinista ha ido en picada y muchos auguran que en las elecciones de noviembre sean muy pocos los que acudan a las urnas.

De acuerdo con una encuesta de opinión pública presentada a menos de un mes de los comicios por CID Gallup, la desaprobación sobre la labor de Ortega al frente del gobierno ha crecido de forma rápida en los últimos cuatro meses.

Según la consultora, hay una “fuerte desaprobación” en el 69% de los nicaragüenses consultados.

CID Gallup explicó en un correo a la Voz de América que los resultados del estudio cuentan “con un error muestral de +/- 2,3 puntos y con un nivel de confianza del 95%”.

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