El café se ha convertido en el motor de reconciliación y prosperidad económica para las víctimas y victimarios del conflicto armado en Colombia, específicamente en la localidad de Planadas, donde hace 60 años nació la extinta guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Caficultores como Astrid Medina, Aparicio Yule y Mariana Lombana han encontrado en el cultivo un camino hacia la paz entre las familias productoras, la comunidad indígena Nasa y excombatientes del grupo insurgente.
En esta zona del departamento del Tolima, que durante décadas sufrió el flagelo del conflicto armado más intenso en Colombia, el café se ha transformado en un símbolo de reconstrucción.
Planadas se ubica en las estribaciones de la cordillera central de los Andes colombianos. En el caserío de Gaitania, uno de los lugares de nacimiento de las FARC en 1964, los habitantes han apostado por la reconciliación desde la firma del histórico Acuerdo de Paz entre la guerrilla y el gobierno colombiano hace unos ocho años.
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“En 2016, cuando llegaron los acuerdos de paz, había mucha zozobra; no se sabía si era para mejor o para peor porque aquí mandaban las FARC. Recuerdo que, cuando llegaron los firmantes de paz, lloramos porque no llegaron los hombres armados que esperábamos, sino familias con sus hijos y sus mascotas”, contó a la Voz de América Astrid Medina, una campesina caficultora.
Sanar a través del trabajo
“Desde entonces nos hemos aceptado y perdonado, hicimos la paz. La paz nos ha transformado y nos ha hecho creer en nuestro territorio”, añadió Medina, a quien el cruento conflicto le arrebató a su padre en 2006.
Su finca, ubicada en la vereda San Miguel, en medio del Cañón de Las Hermosas, produce café para compradores de Estados Unidos, Japón y Noruega. En 2015, su grano fue reconocido por expertos como el mejor del mundo.
“El perdón es la mejor decisión que uno puede tomar; el día que uno perdona no es para quien hizo daño, sino para uno mismo, porque ese día uno empieza a expresar lo que lleva dentro, a decir: ‘no puedo hacerle al otro el mal que me hizo, debo ser diferente”, agrega Astrid.
También lea ¿Con quién está negociando el Gobierno de Petro la anhelada paz en Colombia?El impacto del conflicto también marcó a Aparicio Yule, de la comunidad Nasa Wes’x, cuyos padres fueron asesinados por miembros de las FARC. Hoy, procesan cafés de la más alta calidad junto a antiguos combatientes.
“Todos trabajamos con el café, ellos (firmantes de paz) y nosotros tostamos el café juntos, es un proceso bonito. Contamos nuestras historias del conflicto e impulsamos los proyectos cafeteros, pese a la tristeza, mirando hacia adelante”, relató Yule a la VOA.
“El café nos impulsa a crecer. Hace 10 años lo procesamos y lo vendemos. Antes solo vendíamos el grano, ahora para nosotros es oro”, añade Yule, quien destaca cómo han dejado atrás la violencia para dedicarse a sembrar café.
Región cafetera
Planadas ha sido históricamente un centro de producción cafetera en Tolima, que cuenta con 106.000 hectáreas cultivadas, la mayoría provenientes de esta región.
También lea Emisoras de paz en Colombia: "Devolverle la esperanza a la gente a través de los micrófonos"Este grupo de caficultores narró a la Voz de América cómo, tras la firma del acuerdo de paz en 2016, se centraron en desarrollar proyectos productivos de café, siguiendo la tradición de la zona.
“Nuestro proyecto busca un café de altos estándares de calidad, rentable y autosostenible para las familias que lo conforman”, explica Mariana Lombana, hija de firmantes de paz e integrante de la Asociación Esperanza y Paz (EPZ), que busca lograr sabores y aromas únicos en el grano.
Unas 30 familias y 19 firmantes de paz se benefician con esta organización. “El objetivo es que la asociación crezca y sea autosuficiente. Este proceso de paz ha contribuido a nuestro proyecto de vida, y hemos apostado a la paz”, agregó Lombana.
Por eso, dicen que han dado vuelta a las páginas de violencia que han marcado la historia de su localidad. Ahora “valoran la paz” que hoy vive Planadas porque saben lo que significa estar bajo un conflicto armado, afirman.
“La vida hay que conservarla; lo que más nos caracteriza aquí es el poder del perdón. Por eso el café representa el trabajo desde el territorio, donde, a pesar de las adversidades, hemos trabajado juntos”, concluyó Astrid Medina.
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