Las autoridades reanudaron cautelosamente el miércoles las operaciones de rescate en medio de la devastación causada por la erupción del Volcán de Fuego de Guatemala, que dejó al menos 99 muertos, mientras se agota el tiempo para hallar sobrevivientes.
Los rescatistas hundían varillas de metal en el terreno para liberar el humo, una indicación de que la temperatura de la superficie se mantiene alta. Lo que alguna vez fue un vergel se ha convertido en un paisaje lunar cubierto de ceniza.
Después de recorrer la zona con drones, la policía logró llegar a una casa enterrada en ceniza en medio de una granja donde se presume podría haber personas adentro.
En el pueblo de San Miguel Los Lotes los equipos de rescate reanudaban las operaciones luego de que la lluvia de la tarde del martes hiciera que la ceniza se endureciera.
"Estamos analizando el terreno", dijo el portavoz de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (CONRED), David De León.
Las autoridades advirtieron que la lluvia aumenta la posibilidad de que se produzca el deslizamiento de flujos de fango, material volcánico y otros desechos.
El alerta roja permanece vigente para los departamentos de Escuintla, Sacatepéquez y Chimaltenango, informó la CONRED que a su vez recomendó a las personas que no permanezcan cerca de las zonas afectadas.
Otro portavoz de CONRED, Juan Sánchez, dijo que pasadas las 72 horas desde la erupción del domingo habrá pocas posibilidades de encontrar a alguien con vida. Al menos 192 personas permanecen desaparecidas y se espera que la cifra de muertos aumente.
La última víctima fatal registrada es Concepción Hernández, un habitante de El Rodeo que había sido ingresado el mismo domingo al hospital con quemaduras de tercer grado en más de la mitad del cuerpo, informó el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social.
Antes de ser trasladado, el hombre cubierto en cenizas dialogó el domingo con reporteros rodeado de cuatro cadáveres. "No aguanto más", dijo con la boca cubierta con un barbijo.
En lo que queda de la aldea El Rodeo, Efraín Suárez camina en medio de humeantes hoyos hechos en la tierra.
Mientras el humo es evidencia las altas temperaturas que permanecen debajo y la lluvia ha endurecido las cenizas en la superficie, lo que hace más difícil desenterrar los cuerpos de las calles y las casas que han quedado cubiertas de ceniza hasta los tejados.
Suárez, un camionero de 59 años residente de El Rodeo, dice que cualquier cuerpo seguramente está severamente dañado y que si entra maquinaria pesada destruirá sus restos.
"Nadie va a poder sacarlos ni decir cuántos están enterrados aquí", dijo.
Al menos 1,7 millón de personas se han visto afectadas en las zonas aledañas al volcán, ubicado a 44 kilómetros al oeste de la Ciudad de Guatemala.
Unas 12.000 debieron ser evacuadas de las cuales más de 3.300 se encuentran alojadas en albergues.
Recelosos de las autoridades que les dieron poco tiempo para evacuar el domingo, cuando el martes se anunciaron nuevas erupciones los residentes de la región se apresuraron para abandonar el lugar.
El tráfico colapsó las carreteras y quienes no tenían vehículo caminaban incluso desde el centro de Escuintla, que no había recibido orden de evacuar.
Una columna de humo se alzó de la montaña y material volcánico caliente empezó a descender por su ladera sur, provocando órdenes de evacuación para media docena de poblaciones y el cierre de una autopista nacional.
El instituto nacional de sismología y vulcanología indicó que el humo podría producir una "cortina" de ceniza que alcanzara los 6.000 metros de altura sobre el nivel del mar, planteando un peligro para el tráfico aéreo.
Rescatistas, policías y periodistas se apresuraron a abandonar la zona mientras una sirena sonaba de fondo y los altavoces repetían "¡Evacúen!".
En la población de Magnolia, incluida en la nueva orden de evacuación, los residentes huían cargando bultos, bolsas de ropa e incluso perros pequeños en los brazos.
Mirna Priz, que vende tamales y chiles rellenos, lloraba mientras aguardaba sentada sobre una roca junto a su hijo de 11 años, su pequeña maleta y un terrier mezcla que el tráfico amainara.
"Se siente impotencia. No sé a dónde voy a ir. Dejar mis cosas, todo lo que tengo", sostuvo. Pero después de ver lo que sucedió el domingo tenía miedo de quedarse.
Entre los que huían también estaba Pantaleón García, que cargó a sus nietos en la parte trasera de una camioneta con una jarra de agua y algo de comida y se dirigía a las casas de familiares en otra ciudad.
"Hay que estar prevenidos, por los niños ", dijo.