Unos 2.000 migrantes hondureños ingresaron a México la madrugada del viernes donde, tras forzar un portón, caminaron sin ser detenidos por las autoridades.
A las cuatro de la madrugada los migrantes, que habían dormido a la intemperie en el parque central de la ciudad fronteriza de Tecún Umán en Guatemala, se levantaron, organizaron y empezaron a caminar en fila para cruzar el puente que divide Guatemala y México.
Como ambas estaciones fronterizas estaban cerradas algunos migrantes forzaron los portones de las fronteras y pasaron caminando hacia territorio mexicano. Otros migrantes, la menor parte, optaron por hacer fila a la espera de que la estación migratoria mexicana empezara sus funciones diarias para solicitar una visa humanitaria y registrar su entrada.
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Tras su ingreso, la caravana empezó a caminar sobre la carretera en ruta hacia Tapachula.
Un grupo de unas 250 personas permaneció en el parque mientras en la capital guatemalteca otro grupo de migrantes buscaba llegar a la frontera de Tecún Umán.
El jueves la sede de Migración de México colocó brazaletes en las manos, tomó huellas digitales y registró a cientos de migrantes a quienes informó que tomará cinco días el trámite de su visa humanitaria y que podían esperar en Guatemala o en cercanías de territorio mexicano a que ésta les fuera entregada.
Los migrantes recibieron un trato diametralmente opuesto al de las dos anteriores caravanas de 2018 que fueron recibidas con policías y militares, retenes y gases lacrimógenos al intentar cruzar la frontera.
Raúl Pérez caminaba sobre el puente la madrugada del viernes llevando del brazo a su sobrina de 16 años. La adolescente está embarazada, por lo que ellos consideran que registrarse en la entrada es la mejor opción. “Ella fue violada, en un incidente ahí, mataron al padrastro”, dijo el hombre de 30 años sin soltar del brazo a la menor, que bajaba el rostro. Ambos llegaron desde San Pedro Zacapa y dicen que van a Estados Unidos huyendo de la violencia.
El futuro que les aguarda en la frontera entre México y Estados Unidos es incierto. Las caravanas previas, que se convirtieron en un tema de campaña de Donald Trump para las elecciones legislativas de noviembre, se han reducido a unos cuantos cientos de integrantes después de que muchos decidieron regresar a Centroamérica, echar raíces en México o lograron su objetivo.
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Pese a la estricta postura migratoria del gobierno de Trump, muchos otros -casi la mitad, de acuerdo con los registros de arrestos de la Patrulla Fronteriza- han intentado ingresar ilegalmente a Estados Unidos.
Alrededor de 6.000 centroamericanos llegaron a Tijuana en noviembre en medio de conflictos en ambos lados de la frontera sobre su presencia en esa ciudad mexicana colindante con San Diego.
Esta semana menos de 700 permanecían en una sala de conciertos al aire libre en Tijuana que el gobierno mexicano habilitó como albergue.
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