Gitit Botera regresó hace una semana a su casa en Sderot, al sur de Israel, luego de pasar 5 meses evacuada en un hotel en Tel Aviv. Confiesa tener “sentimientos confusos” sobre su vuelta a la ciudad en la que ha vivido por 18 años y de la que tuvo que irse huyendo de la guerra.
“Por un lado quería volver, porque aquí está mi casa, mi vida. Pero se siguen escuchando explosiones, sabemos que son del FDI -Fuerzas de Defensa de Israel-, pero cada vez que vas por la calle y escuchas las explosiones no puedes evitar pensar y ¿si no es el FDI?”, se pregunta Gitit. Y añade que, siempre que eso pasa, su primera reacción es pensar "¿dónde está el búnker más cercano?, ¿qué puedo hacer para sentirme más segura?”
“Te sientes controlada todo el tiempo, con miedo, todo el tiempo estás pensando si tienes que huir”, explica.
Your browser doesn’t support HTML5
La misma sensación tiene Carmela. Esta anciana que volvió hace apenas 5 días a su casa aún tiene muy claro el recuerdo de las explosiones provocadas por los cohetes de Hamás lanzados desde Gaza hacia Sderot el pasado 7 de octubre. Carmela también tiene miedo.
Pero Gitit y Carmela no son las únicas que han vuelto. Unas 18.000 personas han regresado en las últimas semanas a Sderot, una ciudad que se mantuvo desierta durante cinco meses, donde los pocos vecinos que decidieron quedarse apenas salían a la calle y en la que prácticamente todos los comercios habían cerrado. Por Sderot solo circulaban vehículos militares y soldados.
Sderot es la ciudad israelí más cercana a la Franja de Gaza. Apenas 850 metros la separan de la frontera y unos 12 kilómetros de Ciudad de Gaza. Fundada en 1951, en la urbe residen más de 30.000 personas, que fueron evacuadas en apenas cinco días, mientras aún caían misiles, se recogían los cadáveres y se combatía contra los atacantes.
También lea La Explanada de las Mezquitas, un polvorín siempre a punto de estallarEl día del ataque de Hamás, recibió el impacto de miles de cohetes lanzados desde Gaza y alrededor de 100 militantes islamitas camparon por sus calles matando a policías y civiles. El ejército israelí necesitó tres días para recuperar el control total de la ciudad.
“El 7 de octubre yo estaba en Sderot, con mis hermanos y hermanas. Estábamos todos muy asustados por los cohetes. Se escuchaban muchas explosiones”, cuenta Timor, de 22 años. Ella y sus hermanos corrieron a refugiarse en un búnker. “Estando dentro del búnker supimos que los terroristas habían llegado a la ciudad. Llegaron hasta la estación de policía y mataron a muchos agentes. Estaba muy asustada”, prosigue.
Precisamente en la estación de policía de Sderot fue donde se libraron los más encarnizados combates. Fue además, el primer escenario del conflicto que saltó a titulares aquella mañana del ataque. Allí murieron 20 agentes y los militantes de Hamás se atrincheraron en el edificio. Durante los enfrentamientos las Fuerzas de Defensa de Israel demolieron con tanques las instalaciones para acabar con los atacantes.
Lo que fue la estación de policía es hoy un solar en el que sobresalen algunas vigas de acero en las que se han izado banderas de Israel, pero también de Argentina, Uruguay y Panamá, en recuerdo de los agentes que perdieron la vida el día del ataque. Donde hubo un edificio hoy, queda una suerte de memorial rústico hasta donde llegan grupos de reclutas del servicio militar para conocer de primera mano la dura realidad de lo ocurrido aquel “sábado negro”.
También llegan turistas. Kalman Yurman y su esposa Alyssa son dos de ellos. Esta pareja de judíos estadounidenses vino desde Nueva York “para conocer los lugares del terror”. “Hemos venido aquí para mostrar nuestro apoyo moral al pueblo judío en la ciudad de Sderot”, explica Kalman. “Acabamos de hablar con un testigo del ataque y es increíble que algo así pasara en un lugar seguro como es el Estado de Israel, que esta gente pudiera venir y cometer tal masacre”, añade.
Hoy la gente regresa a Sderot, cansada de pasar meses evacuada en hoteles de Tel Aviv o Eilat, lejos de sus hogares. También alentada por un plan de repoblación promovido por el gobierno que, desde el 1 de marzo, ofrece a las familias que regresan hasta 17.000 dólares en subvenciones y con la confianza de que, con las FDI controlando la mayor parte de Gaza, el peligro de otro ataque es mínimo.
Sderot vuelve a la vida, pero no a la normalidad. La guerra continúa y, muy esporádicamente, Hamás o la Yihad Islámica lanzan algún cohete hacia la ciudad. Esta misma semana sonaron las alarmas. Y el trauma sufrido por sus habitantes continúa latente, la gente no lo olvida.
“En la noche te despiertas y no puedes evitar pensar si ha sido por alguna explosión. Cuando camino por las calles no puedo evitar pensar que aquí mataron a alguien, aquí secuestraron a otro”, cuenta Gitit, que está muy preocupada por su hija de 4 años que no olvida lo vivido el día del ataque de Hamás y que constantemente le pregunta “¿mamá, qué hacer si hay sirenas?” y también “¿están viniendo los terroristas?”. “Esto no es vida”, dice.
“Ha sido muy difícil para los israelíes asimilar lo que los terroristas hicieron con nosotros esos días. Cómo mataron a mujeres y hombres en Sderot, incluso a ancianos que estaban esperando el autobús para irse de viaje”, dice Timor. “Confieso que todo el tiempo estamos asustados. En la noche tenemos pesadillas”. “Dios mío, ni siquiera puedo pensar en eso”, afirma.
Durante el ataque de Hamás a Israel, en Sderot murieron 70 personas; 20 policías y 50 civiles, que forman parte de los 1.200 israelíes que perdieron la vida aquel sábado aciago. A pocos kilómetros, en la Franja de Gaza, han muerto en estos cinco meses de conflicto más de 30.800 palestinos y se estima que unos 8.000 cadáveres podrían estar aún bajo los escombros, según el Ministerio de Sanidad del enclave, controlado por Hamás.
Tras cinco meses de guerra, Gaza vive la peor catástrofe humanitaria de su historia. En el norte del enclave, visible desde Sderot, unos 700.000 gazatíes están en riesgo de hambruna. Ya han muerto 20 personas por hambre, la mayoría bebés, pero también ancianos y un adolescente. Ante esta situación la comunidad internacional, liderada por Estados Unidos, está presionando a Israel para que permita la entrada de más ayuda humanitaria en La Franja.
Mientras, a escasos kilómetros, de lado israelí, miles de personas regresan a Sderot. La ciudad recobra su ritmo habitual, los negocios reabren, los niños van a las escuelas, circulan coches por las calles y el transporte público vuelve a funcionar. Ya no hay militares, ni vehículos blindados en la ciudad y Carmela con una Torá en la mano “reza por todos, especialmente por el regreso de los rehenes que aún permanecen en Gaza”.
“Los judíos sobrevivimos a todo. Y por eso hemos regresado. Es duro, es confuso, pero tenemos que volver. Es la única manera de ganar”, concluye Gitit.
¡Conéctate con la Voz de América! Suscríbete a nuestros canales de YouTube, WhatsApp y al newsletter. Activa las notificaciones y síguenos en Facebook, X e Instagram.