Un mundo nervioso y desconfiado se enfrenta a la pandemia

Un trabajador de la salud realiza una prueba del coronavirus en un puesto de auto-servicio en Laval, Francia.

Algunos pronostican que la oscura nube de la pandemia del coronavirus, tendría al final destellos luminosos: acercaría a los pueblos del mundo y fomentaría la solidaridad.

En abril, el Foro Económico Mundial publicó un artículo titulado: “¿Una pandemia de solidaridad? Señaló que mientras la pandemia avanzaba, “está sacando a relucir lo mejor de las personas en todo el mundo”, agregando que en Europa “la gente se están cantando los unos a los otros para levantarse los ánimos”.

Lo hacían entonces, pero el canto ha cesado.

Lejos de acercar al mundo, pareciera estar teniendo el efecto contrario, con frecuencia erosionando la solidaridad entre aliados e intensificando la enemistad entre rivales. El mundo pareciera estar desintegrándose, con el virus actuando como una vasta fuerza centrífuga, advierten los analistas.

“Hemos visto a naciones alrededor del mundo moviéndose hacia adentro y enfocándose en contener el avance del virus, tomando medidas unilaterales para protegerse con una mínima cooperación global”, se quejó recientemente Denisa Delic, de la organización caritativa, “Save the Children”.

Ya el mundo estaba complicado antes del coronavirus. El orden político establecido era cuestionado en formas no vistas desde el final de la llamada edad dorada, de finales del siglo XIX a los años 1930, la década de la Gran Depresión.

En su libro previo al coronavirus, “La edad de la ira: una historia del presente”, el ensayista indio Pankaj Mishra argumentaba que muchas personas se sienten marginadas, han perdido la confianza en las autoridades políticas tradicionales para que los protejan o la confianza en su capacidad para restaurar la previsibilidad. El resentimiento aumentaba contra la creciente inequidad en la distribución de la riqueza y el poder. El impacto económico, y sus réplicas, de la crisis financiera del 2008 fueron de mucho mayor magnitud que lo experimentado a finales del siglo XIX, señaló, con “peligros más difusos y menos previsibles”.

Y eso fue antes que surgiera el mortal virus, el cual está poniendo a prueba a gobiernos y países como nunca antes en tiempos recientes de paz y agregando nuevas capas de impredesibilidad.

La incertidumbre engendra polarización

La crisis de salud pública se ha transformado en una hidra de múltiples cabezas de crisis interconectadas. La polarización solo se ha profundizado. Decenas de millones han perdido sus empleos y muchas más decenas de millones posiblemente perderán los suyos. Gobiernos de todos los tipos y orientaciones se están endeudando masivamente o excavando profundo en sus reservas.

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“Hace apenas 12 años, la crisis financiera más grande desde los 1930 sacudió a la economía global”, dijo Martin Wolf, jefe comentarista del diario inglés Financial Times. “Afectado por la forma en que eso fue manejado, la subsecuente enfermedad económica y la percepción de que el capitalismo está manipulado en su contra, el público en un número de países con altos índices de ingresos se enfureció”.

Wolf agregó en un reciente comentario que “producir una respuesta coordinada y efectiva es cercano a lo imposible” y teme que la pandemia dejará a su paso un escenario político más polarizado y “lamentables relaciones internacionales”.

China, Rusia

La confianza está cada día más escasa. China ha aprovechado el momento para tratar de obtener ventaja política y económica sobre sus rivales, dicen líderes occidentales, agitando las aguas en el Mar del Sur de China, chocando con India, castigando a países que respaldaron el llamado a una investigación internacional sobre el origen del coronavirus y el manejo de Beijing del brote inicial y su represión de la disidencia en Hong Kong.

Manifestantes pro democracia en Hong Kong huyen mientras la policía les dispara bombas lacrimógenas.

Junto a Rusia e Irán, Beijing ha sido señalada por los jefes de inteligencia de Occidente de lanzar agresivos ataques cibernéticos para robar información de universidades y compañías farmacéuticas. Y, según funcionarios de inteligencia estadounidenses, Rusia y China podrían buscar interferir en las próximas elecciones presidenciales.

“Los esfuerzos extranjeros por interferir en las elecciones estadounidenses es algo con lo que constantemente debemos lidiar, y lidiaremos con eso aquí”, dijo la semana pasada el secretario de Estado, Mike Pompeo, al diario en línea, The Hill. Agregó que los diplomáticos estadounidenses están trabajando “para asegurar que nuestros adversarios entiendan el costo impuesto” a tratar de interferir.

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Christo Grozev, el jefe investigador ruso de Bellingcat, una página web de periodismo investigativo, advirtió recientemente que la fábrica rusa de “trolls” en San Petesburgo, que buscan influenciar el resultado de las elecciones estadounidenses, ha estado afinando sus habilidades. El millar, o más, de “trolls” que emplea, han recibido instrucciones de no solo plantar desinformación, pero también de amplificar en las redes sociales cualquier opinión marginal sobre Estados Unidos, sea de derecha o de izquierda.

El lunes, el comité de seguridad e inteligencia en la Cámara de los Comunes,, en Inglaterra, advirtió en un reporte en que examina las operaciones de influencia rusos: “La amenaza a la seguridad presentada por Rusia es difícil de controlar por Occidente ya que, en nuestra opinión y las de muchos otros, pareciera ser fundamentalmente nihilista. Rusia pareciera ver la política exterior como un juego de suma cero: cualquier acción que pueda tomar y que dañe a Occidente es fundamentalmente buena para Rusia”.

Un nuevo conflicto global está gestándose, advierten analistas y diplomáticos, entre las democracias de Occidente y los campeones del capitalismo autócrata en Beijing y Moscú.

El descenso de una cortina de hierro digital parece el resultado probable. Las democracias están temerosas de los riesgos de seguridad y a las interrupciones con que los agentes de China y Rusia están amenazando digitalmente, con aplicaciones y microprocesadores que pueden recopilar inteligencia y plataformas de redes sociales que pueden ser usadas para manipular la opinión pública en países rivales. Los autócratas quieren sellar a sus poblaciones y censurar lo que pueda leerse o ser visto en la internet para tratar de domar a la disidencia.

Amistades maltrechas

Pero no solo son las divisiones regionales las que se están ampliando. El coronavirus está tensionando relaciones aún entre alianzas. Los 27 países de la Unión Europea acordaron el lunes un ambicioso paquete de recuperación económica, pero se necesitaron varios días de tormentosas negociaciones cara a cara, que sacaron a luz pública, las viejas divisiones entre el norte y el sur del continente, así como las del este y el oeste.

Los presentes dicen que las pláticas fueron de las más rencorosas que jamás han visto en una cumbre de los líderes de la Unión Europea. En cierto momento, la normalmente cabeza fría canciller alemana, Angela Merkel, le gritó a su contraparte austríaca. El presidente francés Emmanuel Macron golpeó la mesa furioso. El húngaro Viktor Orbán, un ex comunista disidente, acusó al líder holandés Mark Rutte, de imitar a los soviéticos en su intento por sofocar la disidencia.

La canciller alemana Angela Merkel, segunda a la derecha, conversa con el primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis, el presidente español, Pedro Sanchez, el portugués, Antonio Costa y el presidente rumano, Klaus Werner.

El primer ministro de Latvia, Krišjānis Kariņš, tuiteó, “las negociaciones son difíciles, quizás las más difíciles en que jamás haya participado”, agregando, en una nota optimista, “pero el espíritu del entendimiento no ha aún desaparecido”.

Sin embargo, algunos temen que podría evaporarse bajo el estrés político y económico la próxima vez que los líderes europeos se reúnan, especialmente si una segunda ola del coronavirus empeora las condiciones económicas y el controversial paquete económico tiene que ser reconsiderado.

Los países, cada vez más desconfiados el uno del otro, están luchando por asegurar a que sus poblaciones no se queden sin las vacunas que vayan a ser desarrolladas. Estados Unidos fue criticado en Inglaterra por comprar el mes pasado lotes de Remdesivir, uno de los dos fármacos que se ha demostrado funcionan contra el coronavirus.

¿Pleito por vacunas?

Pero el gobierno inglés ha estado ocupado comprando cuanta dosis de posibles vacunas pueda obtener en la medida que van siendo desarrolladas. Esta semana anunció que había reservado 90 millones de dosis de potenciales vacunas de compañías extranjeras, mientras especula cuál podría ser exitosa si una inglesa falla. Alok Sharma, el secretario de Negocios del país, dijo el lunes que “estamos haciendo todo lo posible para asegurarle al público inglés el acceso a una vacuna contra el coronavirus que sea segura y efectiva lo antes posible”.

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Inglaterra no está sola en tratar de posicionarse para obtener vacunas. El temor a quedarse sin ellas es comprensible. Peter Piot, director de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, señaló recientemente que el mundo necesitará unos 6.000 millones de cualquier vacuna efectiva que sea desarrollada y que no existen suficientes recipientes de vidrio para entregar las dosis necesarias.

Las negociaciones se realizan internacionalmente para encontrar maneras para asegurar un acceso equitativo a cualquier vacuna exitosa, pero pocos gobiernos, especialmente aquellos que tienen la capacidad económica para reservar suministros, están dispuestos a apostar en una distribución justa en el escenario mundial.