La venezolana Irma Serres Wills es licenciada en Gerencia de Recursos Humanos y llegó hace más de seis años a Bello Antioquia, en Colombia, sin la mínima esperanza de crear su propia empresa. Es más, con un embarazo de siete meses y poco dinero en el bolsillo, vio disminuidas sus posibilidades. Sin embargo, en noviembre abrió un local donde vende productos de panadería y repostería, el cual -cuenta- ha progresado gracias a la adquisición de créditos financieros.
Una historia similar vivió Fabiola Del Valle Roa, quien llegó a Colombia, desde San Cristóbal, Táchira, pero con la meta clara: tener su propia panadería. También arribó con un bebé y, apoyada por su hermano, comenzó su emprendimiento: ‘Brioche’, pan de yema, el cual, gracias a algunas ayudas financieras creció y en 2020 abrió una tienda ubicada en Sabaneta, Antioquia, donde emplea a otros migrantes.
También lea Migrantes venezolanos en Colombia enfrentan dificultades para acceder al mercado laboralPero es una realidad favorable para pocos, pues según un informe sobre los hábitos de consumo financiero de las personas migrantes venezolanas en Colombia, de la Asociación Bancaria y de Entidades Financieras de Colombia, Asobancaria, sólo el 8,3 % de la población hace uso de créditos; el 1,3 % dice acceder al crédito formal y el 7 % recurre a créditos informales.
Venezolanos encuestados por la Voz de América dicen que las posibilidad son “pocas” o mínimas” y que por más que trabajen para crear una vida crediticia en Colombia, es “imposible”.
Es el caso de Eduardo Carmona, un repartidor a domicilio, de 35 años, que llegó desde Caracas a Bogotá, hace cinco. “Ya perdí la cuenta de las veces que he intentado pedir crédito. El crédito era para comprar moto, necesario para mi trabajo”, pues se desempeña como repartidor a domicilio y, al no tener vida crediticia, afirmó que es un beneficio inalcanzable.
El mismo obstáculo tuvo Txomin Las Heras, presidente de la Asociación de venezolanos Diálogo Ciudadano, a quien, a pesar de vivir ocho años en Colombia y tener una cuenta de ahorros, le negaron una tarjeta de crédito. Al final, obtuvo el producto en otra entidad, pero bajo ciertas condiciones.
“Yo, en Venezuela, era una persona que ya tenía mi tarjeta de crédito sin problemas... Pero aquí en Colombia era como empezar de cero, como si fuera una persona que está empezando su vida, su vida laboral, etc.”, contó a la VOA.
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La esperanza
Pero Irma, de 35 años, dice que siempre que haya perseverancia, algunas entidades apoyan a los migrantes que quieren emprender.
Al principio, la mujer proveniente de Maturín, la capital del Estado venezolano de Monagas, trabajó en un call center, fue asesora de una empresa de telefonía celular y hasta vendió perros calientes.
“Yo emprendí con las uñas…”, recordó, cuando su hermano, al tener cédula de la extranjería, pudo prestarle un dinero “para arrancar porque obviamente nadie, absolutamente nadie te daba crédito, nadie. Y tú decías: ‘Dios mío, ¿y ahora qué voy a hacer’?, contó Irma a la VOA.
Dos meses después de llegar a Colombia, obtuvo el Permiso Especial de Permanencia (PEP) lo que, según cuenta, le permitió acudir a otra entidad formal de créditos, donde pidió 500.000 pesos (unos 120 dólares) para comprar su primera estufa con horno, en la que cocinó sus primeras tortas: “Eso fue la luz de mi vida... Eso no le pasa a todo el mundo”, aclaró.
En pandemia, su negocio ‘Mima Repostería - ¡Qué Riquicura!’ evolucionó con más productos y domicilios. En 2022, conoció el programa Emprendimientos Productivos para la Paz, una iniciativa liderada por el banco de microfinanzas Bancamía en alianza con la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), el cual fue el paso inicial para luego abrir una cuenta bancaria.
Tras adquirir un ahorro programado en la entidad financiera, un año después pudo comprar una batidora, la impresora y papel comestible, revolucionando así su negocio. En noviembre del año pasado, abrió una tienda. Todo con ayuda de su madre y lo que le ha permitido mantenerlas y darle comida y techo a sus hijos de seis y dos años.
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Otro favorecido por el programa Empropaz fue Víctor Manuel Cedeño, un venezolano que llegó a Colombia en noviembre de 2017, tras huir de la crisis venezolana.
Estudió licenciatura en economía social pero al llegar a la ciudad de Bucaramanga, no consiguió trabajo. Tras buscar un buen tiempo, se empleó el campo del a construcción. Siguió estudiando hasta que nació la idea de Soluciones Energéticas Fotovoltaica, una microempresa cuya primera oficina fue una habitación de su casa, la cual a ido creciendo gracias a la asesoría del programa.
Grandes barreras
Para Ronal Rodríguez, investigador y vocero del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario, las posibilidades “son pocas”. Según explicó a la VOA, debido al cambio de documentación para la población venezolana en Colombia, se ha afectado su historial crediticio, requisito indispensable para adquirir un crédito, y el cual se perdieron cuando aquellos que habían logrado adquirirlo con el Permiso Especial de Permanencia (PEP) se pasaron al Permiso por Protección Temporal (PPT).
A esto, agregó el experto, se suma “una desconfianza que tiene el sistema financiero de prestar a ciudadanos extranjeros… no solo venezolanos”. Por otro lado, indica Rodríguez, “el marco de discrecionalidad en cual trabajan las instituciones financieras es muy amplio y muchos bancos prefieren y se abstienen de dar crédito a extranjeros”.
Y tampoco, según él, hay políticas claras para las entidades financieras e, incluso, existe una vaga información sobre la política migratoria del Gobierno colombiano.
Otra de las barreras, según Las Heras, es que al ser Colombia, un país sin historia inmigratoria, todos los sistemas de los bancos no están adaptados a población extranjera, lo que se convierte en un tropiezo, no solo para acceder a un crédito, sino al sistema bancario en general.
Según el informe de Asobancaria, la población migrante también enfrenta dificultades para acceder a servicios financieros debido a la informalidad económica.
La oferta de las entidades
Sofía Cárdenas, profesional Senior del Laboratorio Social de Asobancaria, explicó a la VOA que “cada vez hay más opciones de financiamiento para la población migrante” de crédito y ahorro.
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El PPT es un documento de identificación que permite la regularización migratoria y, en teoría, que los migrantes venezolanos accedan a diferentes sistemas en Colombia, entre ellos, el bancario. Si está documentación es legal y está al día, los migrantes deberían poder acceder a crédito, afirmó Cárdenas, siempre y cuando se validen sus capacidades de pago, historial crediticio y sus necesidades.
Además, señaló que la mayoría de las entidades solicitan documentos adicionales, “como extractos de cuentas de ahorro, certificaciones bancarias y referencias personales, comerciales, laborales, etc.”, un reto para esta población.
Según Asobancaria, se han desembolsado 25.000 productos, específicamente de créditos, a la población migrante.
Cárdenas también confiesa que el tema sigue siendo “un reto y es parte del proceso de adaptación” que ha tenido el país y el sector y, a medida que se vayan ajustando las normativas, los documentos, la adaptación tecnológica, “las brechas se irán cerrando aún más”.
Según Bancamía, un banco de microfinanzas que desde 2019 ha venido trabajando con esta población, ha llegado a tener casi 8.500 migrantes vinculados, y ha entregado más de 17.500 productos. El porcentaje de crédito, no obstante, es muy bajo, pues solo el 17 % ya acceden a créditos, pero con una cartera que supera los 2,6 millones de dólares.
Mónica Santana, vicepresidente para el Desarrollo Productivo de Clientes de Bancamía, entidad de la Fundación Microfinanzas BBVA, dijo a la VOA que esta población se dedica a negocios como salones de belleza, ventas de comida, tiendas, elaboración de productos alimenticios y, desde su entidad, ofrecen créditos para unidades productivas, con 10 meses de antigüedad, pero además brindan educación financiera sobre documentación, productos de ahorro, una vida crediticia confiable y buenos hábitos de pago, lo que reduce “el riesgo crediticio que pueda representar la atención de esta población migrante”, afirmó.
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En este sentido, Cárdenas agregó que es importante el conocimiento y la educación en materia financiera. En principio, buscar fuentes de ahorro y de financiamiento formales para, más adelante, acceder a otro tipo de servicios y construir un historial crediticio.
Aunque Irma sabe que la situación, tanto para ella, como para sus compatriotas no es fácil, insiste en nunca desfallecer: “Mi consejo es siempre la perseverancia…. A nosotros no nos tienen que regalar nada porque simplemente somos venezolanos y tuvimos que emigrar. Eso no es así”.
Como en su caso, aconseja adquirir poco a poco los productos bancarios que permitan ir hacer su historial crediticio y lo más importante, informarse bien y tener los papeles al día. Ahora, contó a la VOA, su negocio ha crecido más del 200 % y está decidida a que se convierta en "una multinacional con franquicias”, en cinco años. En diez, estar en toda Colombia y, en 15, en Latinoamérica.
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