Este es el refugio municipal de la Isla Randall. Desde allí se divisan los rascacielos de la gran manzana, se ven migrantes a la orilla del río. Algunos traen bebidas calientes y comida para vender. Mientras otros hacen largas filas, con la esperanza de obtener otra noche con derecho a cama a cama. A Yerson González se le vencieron los 30 días que otorga la ciudad y le tocó dormir en el metro.
“Horrible, en las estaciones del metro y a veces los policías nos sacaban y nos teníamos que volver a entrar por otra estación y así. // Ahorita me asesoraron fue sobre el asilo y pues ya hoy pedí la cita y la cita la tengo para el otro mes”, dijo Yerson González, Migrante venezolano.
Este es el albergue más grande de la ciudad que tiene capacidad para tres mil personas. Es también el más apartado.
La policía ha aumentado la vigilancia en este refugio y las autoridades extendieron el toque de queda desde las 11 de la noche hasta las 6 de la mañana a raíz de incidentes violentos que involucran migrantes. La falta de permisos de trabajo tiene a muchos en espera y otros se buscan la vida y con tijera en mano, afeitan y cortan el cabello.
“Esos implementos ya los traía en el camino, en el viaje antes de llegar aquí a Estados Unidos practicaba la barbería en otro país, ya me las traje conmigo. Cada día de los tres que llevo han venido aumentando porque han visto el tipo de trabajo que hago y vuelven y me recomiendan”, comentó Sergio Márquez, Barbero migrante venezolano.
Sergio Márquez busca reunir dinero para rentar una habitación. Este otro barbero colombiano dice que lo hace sin cobrar para buscar conectarse con la comunidad y este hombre haitiano dice que lo hace como un servicio. En medio del frío, aquellos que no logran dormir adentro lo hacen en estas carpas a la intemperie, rompiendo la regla que prohíbe campamentos en la ciudad.