Nicolás Maduro se aferró firmemente al púlpito de madera detrás del cual hablaba a Venezuela el pasado 12 de marzo. A sus espaldas, cuatro oficiales militares y el resto de su gabinete le acompañaban en su alocución sobre la gravedad y los efectos que el nuevo coronavirus ha impuesto.
“El coronavirus ha golpeado letalmente la economía del mundo”, dijo ante las cámaras, con rictus serio. Precisó el desplome de los precios petroleros, las bolsas y los mercados internacionales.
“No estoy exagerando. Golpea durísimamente los ingresos. Compatriotas, (son) anuncios catastróficos en el campo de la economía”, insistió, tras detallar la caída abrupta del valor del barril de crudo ese día, de hasta 24 dólares menos que la jornada anterior.
Dos semanas después de aquella advertencia, la economía de Venezuela se resiente a niveles penosos, sin perspectivas de soluciones inmediatas, destacan expertos consultados por la Voz de América.
La inflación en Venezuela avanza sin frenos. El tipo de cambio fluctúa, inestable. La escasez de combustible en el mercado interno es crítica. La cuarentena absoluta declarada el 17 de marzo estancó la ya abatida producción privada y, de colofón, no hay fuente de recursos alternos.
Los analistas opinan que Maduro afronta “la tormenta perfecta” de su economía, golpeada como estaba ya previo al embate del COVID-19. Hasta la fecha, el gobierno ha reportado 107 casos positivos y un paciente fallecido hasta la fecha.
“En Venezuela, estamos en una tormenta perfecta”, ilustra Carlos Peña, economista y profesor universitario, quien califica de “terribles” los niveles de producción petrolera en el país.
Petróleos de Venezuela y sus socios produjeron 760.000 barriles en febrero, según fuentes secundarias de la Organización de Países Exportadores de Petróleo, OPEP. Venezuela producía 3.200.000 barriles al día en 1999, cuando el entonces teniente coronel Hugo Chávez llegó a la presidencia.
El precio del crudo Brent se vendía a 27,95 dólares el barril en el cierre de mercado de esta semana. Hace un mes, la unidad costaba 52,81 dólares. En enero, la cesta se tranzó en 65,09 dólares.
Al menos el 90 por ciento de las divisas que ingresan al Estado venezolano provienen de la actividad petrolera. Maduro enfrenta hoy dos tragedias, según Peña: precios bajos, producción alicaída.
“Incluso si aumentan los precios del petróleo, Maduro tampoco va a tener la cantidad de dólares necesaria para manejar una economía como la venezolana y su nivel de gasto público”, indica Peña.
El gobierno en disputa de Venezuela no tiene dinero para cubrir gastos, observa el economista. Tampoco ve viable el cobro de impuestos en actividades conexas o no a la industria petrolera, pues, acota, “no hay renta”.
“El virus nos está haciendo pedazos. No hay una fuente constante de ingresos para Venezuela. Este virus ha puesto más a la vista las deficiencias del Estado en cuanto a cubrir una emergencia”, señala.
Las reservas internacionales de Venezuela son de 6.930 millones de dólares, de acuerdo con el Banco Central. Es su nivel más bajo en 50 años.
Peña ejemplifica la crisis económica del madurismo con alusiones a las recomendaciones sanitarias de la Organización Mundial de la Salud para prevenir contagios del COVID-19.
“Estamos como cuando te quedas en tu casa, te mandan a lavar las manos, pero no tenemos agua”, dice. En este caso, no hay fuerza petrolera que ayude a reflotar la economía venezolana, expone.
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“La hora más baja”
José Miguel Uzcátegui Lima, economista de la Universidad Central de Venezuela y analista financiero, explica a la VOA que el gobierno en disputa tiene dos problemas: uno estructural, con una industria petrolera colapsada; y otro coyuntural, que es la presión a la baja de los precios por el COVID-19.
“Cada día somos menos un país petrolero, tenemos petróleo, pero no producimos ni importamos y ahora afectados por precios a la baja. El virus reduce la capacidad de recuperación”, advierte.
Uzcátegui Lima nota que Venezuela tiene el agravante de la escasez de gasolina. La mayoría de las estaciones de servicio del país están cerradas y, donde hay combustible, las autoridades locales lo racionan exclusivamente para vehículos del Estado o de sectores de alimentación y salud.
Subraya que, sin gasolina, no existe transporte público que movilice a los trabajadores a los puestos de trabajo indispensable ni a la mercancía, como alimentos, entre estados de Venezuela.
“Los stocks (niveles de almacenamiento) están disminuyendo”, indica.
El bajísimo ingreso de divisas empeora el default de Venezuela, que acumula desde 2017 al menos 20.000 millones de dólares en compromisos internacionales incumplidos, estima Uzcátegui Lima.
Ello, sostiene, agrava la reputación al momento de pedir préstamos a organismos multilaterales.
Maduro, a su entender, tiene una capacidad nula de anunciar un paquete de estímulo financiero al país, como lo han hecho Estados Unidos y naciones de Europa.
“No tiene capacidad de respuesta, porque depende de una reacción de la economía privada, que tampoco está en capacidad de resolver”, lamenta.
Esta, dice, es “la hora más baja” de la economía en la era madurista.
Considera que urge un acuerdo político que zanje la crisis de gobernabilidad y de disposición de recursos para afrontar los efectos del COVID-19.
Recuerda la anécdota de sus tiempos de ministro consejero de Venezuela en Ginebra, en los años 70, cuando los delegados africanos le compartían un popular refrán de sus países: “cuando la choza arde, apagamos el fuego antes de cambiar ventanas y techos”.
“Aquí hay que apagar el fuego. La solución tiene que ser política, con coherencia, con gente seria y de prestigio. La realidad nos obliga a sentarnos”, recomienda Uzcátegui Lima.
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Urge un acuerdo
Hermes Pérez, economista y profesor de la Universidad Metropolitana, considera que la crisis del COVID-19 sorprende a Venezuela en “el peor momento de su historia contemporánea”.
Pérez, exdirector de la Mesa de Cambio del Banco Central, destaca que el último informe de Petróleos de Venezuela, en 2016, reflejó 4.000 millones de dólares en pérdidas en su actividad.
El desempeño de la industria petrolera venezolana, dice, no ha hecho sino empeorar.
Con cifras oficiales a mano, recuerda que la actividad del sector privado venezolano se contrajo 72 por ciento entre 2013 y 2019. Venezuela, a su entender, sufre los tres principales problemas económicos: contracción, hiperinflación y desempleo.
Le preocupa, más que la salud financiera de Maduro, la de 89 por ciento de la población venezolana que no tiene suficientes ingresos para garantizar sus necesidades básicas, según la última Encuesta Nacional de Condiciones de Vida, un sondeo socioeconómico anual de tres universidades privadas.
Prevé que una de las principales opciones que tomará el gobierno en disputa de Venezuela en su apremio económico será producir “oro no monetario” desde el Banco Central de Venezuela.
“Esa es una fuente de ingreso. Lo otro que veremos será la intensificación de la emisión de dinero inorgánico de parte del BCV, pero eso repercutirá en el aumento de los precios”, pronostica.
Pérez resalta la “vulnerabilidad enorme” de las economías globales durante y tras la pandemia.
Coincide con Uzcátegui Lima en urgir una salida política a la crisis de Venezuela. La posibilidad de que madurismo y oposición se sienten a trazar un plan de acuerdos luce remota.
Apenas ayer, el oficialismo acusó a Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional, de intentar un golpe de Estado, mientras el líder opositor aplaudió los cargos en Estados Unidos por narcotráfico, corrupción y apoyo al terrorismo en contra de Maduro y 14 de sus más cercanos colaboradores.
“Estamos en el peor de los puntos económicos y tenemos una situación política donde no se vislumbran acuerdos para afrontar esto como país”, concluye.
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