Samuel Cervantes apenas recuerda su vida en México, donde nació. A los cinco años, sus padres y él emprendieron una travesía hasta cruzar ilegalmente la frontera norte del país para llegar a Estados Unidos. En Texas hizo nuevos amigos, se integró en una nueva comunidad que nada tenía que ver con lo que había visto antes y empezó a hablar un nuevo idioma.
“Recuerda que escuchaba a personas hablando en otra lengua. Trataba de descifrar cómo se decía ‘De nada’ y decía ‘De nothing’”, recuerda, entre risas, durante una conversación con la Voz de América.
Este joven de 24 años es uno más de los 800.000 beneficiarios del programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA en inglés) que ahora puede “vivir sin temor a ser deportado”. Confiesa que hasta no hace mucho “estaba en la sombra”, sin atreverse a decir a sus compañeros de clase que él no era como los demás. No tenía papeles.
“Miedo real”
Ha crecido, estudiado y desarrollado prácticamente toda su vida en Estados Unidos, pero no tiene un documento que le otorgue un estatus legal permanente en el país que lo acogió y que siente como suyo.
“Es un miedo real, es un miedo palpable, la vida continúa a pesar de que tengo este miedo”, relata Cervantes, y aclara que se siente “privilegiado” de poderse acoger al programa DACA que impulsó el presidente Barack Obama para los jóvenes “Dreamers” que llegaron indocumentados a Estados Unidos junto a sus padres.
“Vivo en un país que reconoce la historia de jóvenes como yo y entiende que sería inhumano romper nuestra conexión con nuestro país, que es Estados Unidos”, añade al respecto.
“Tener DACA es un privilegio”
Cervantes admite que en los cuatro años de Donald Trump pensó que ese “privilegio” se podría acabar en cualquier momento. Una sensación que se acentuó después de que la administración de entonces llevara el caso a la Corte Suprema de Estados Unidos, que acabó desestimando la causa y obligando al Gobierno a restituir el programa y aceptar nuevas solicitudes.
“Es difícil escuchar que hay personas que rechazan las contribuciones que hemos hecho al país. No somos seres extraños, somos tus vecinos. Hay mucha gente que no se atreve a decir que es indocumentada porque saben que después de eso hay muchos ataques”, explica.
Confianza tras la elección de Biden
Tras la elección de Joe Biden como presidente de Estados Unidos y su postura en la cuestión inmigratoria, Cervantes cuenta a la VOA que ahora “tiene confianza” en las instituciones de Estados Unidos para que den luz verde al proyecto que abriría el camino a la ciudadanía a los jóvenes indocumentados.
El proyecto aprobado en la Cámara de Representantes con apoyo de demócratas y republicanos tiene que pasar ahora al Senado, donde se necesitan al menos 9 votos del partido rojo para que el presidente pueda firmar la ley.
“Tengo mucha fe en que se pueda hacer, pero soy consciente de que esta es una batalla que acaba de empezar”, manifestaba vía telemática desde su casa en Arlington, Virginia, donde vive actualmente.
“Somos piezas de ajedrez”
A pesar de que ahora sí que ve “una ventana” para conseguir los papeles de forma definitiva, considera que la comunidad inmigrante y especialmente los “dreamers” se han convertido en “piezas del ajedrez político” en los últimos años.
“Pienso que soy una pieza de ajedrez, pero ahora creo que hay que trabajar para que se pase la reforma inmigratoria y eso se hace presionando a los miembros del Congreso para que seamos escuchados”, argumenta.
Los inmigrantes: los que “desempeñan trabajos esenciales”
Una esperanza que puede verse truncada si finalmente no se llega a un acuerdo. Melissa Taveras, portavoz de la Coalición de Inmigrantes de la Florida (FLIC en inglés), recuerda que más del 70 por ciento de la ciudadanía estadounidense aboga por buscar una salida legal tanto a los jóvenes indocumentados como también a los 11 millones de indocumentados que viven y trabajan en Estados Unidos sin ningún un amparo inmigratorio.
“Ellos son los que han estado trabajando en puestos esenciales en estos meses de pandemia en los que no podíamos salir. Ellos se han esforzado y han dado lo mejor de sí, ellos también cuentan y forman parte de esta sociedad”, explica la activista.
Es lo mismo que opina Juan Escalante, otro “dreamer” venezolano que llegó a los 11 años al país y que podría beneficiarse de esta legislación si finalmente se aprueba en la Cámara Alta. Él también está muy involucrado en la causa trabajando en FW, una organización con sede en Washington DC, que aboga por los derechos de los inmigrantes en Estados Unidos.
Subraya que la legislación que se está discutiendo en Washington no solamente beneficiaría a los jóvenes sin papeles.
“Creo que lo importante es que estos proyectos de ley darían un camino a la ciudadanía a ciertas categorías de inmigrantes: a las personas que se consideran “dreamers”, a las personas que se benefician de los programas de DACA o del TPS (Estatus de Protección Temporal), y a los trabajadores agrícolas”, exponía.
A su juicio, “ya es hora de que este país reconozca no solo la labor sino también el sacrificio” que gran parte de la comunidad inmigrante de Estados Unidos ha hecho para establecerse y forjar raíces “con la mayor dignidad”.
Sin embargo, hay voces republicanas que han expresado su profundo malestar con las reformas inmigratorias que quiere llevar a cabo la administración estadounidense con Joe Biden al frente.
La oposición republicana
“Hay que volver a la política inmigratoria de antes, la que puso Trump”, decía el congresista cubano-estadounidense, Carlos Giménez, la semana pasada durante una declaración a la prensa en el sur de la Florida.
Pese a todo, estos jóvenes tienen “muchas esperanzas” y confían en que “haya una luz al final del túnel”.
“Va a ser difícil, pero sé qué jugadores políticos hay y cómo caen los números”, decía Cervantes cauteloso. La decisión ahora recaerá en el Senado, que deberá abordar en profundidad esta propuesta de ley.
Carlos Rodríguez, un analista de tendencia republicana, reconoce que hay muchas voces en el partido republicano que aceptarían una reforma que beneficie a los acogidos por el programa de DACA. “Se sabe que hay apoyo bipartidista en ese sentido”, comentó a la VOA.
Pero, por el momento, todo está en el aire. En la última década, han visto “esta misma película” en cuatro ocasiones. Nadie les asegura que esta vez sea la definitiva, y ahora la Cámara Alta tendrá la última decisión. Como ellos dicen: “es una batalla que acaba de empezar”.