El papa Francisco centró su mensaje mundial del Domingo de Pascua en la necesidad de buscar la paz, al tiempo que pidió orar por ucranianos y rusos, recordó a los fieles en Nicaragua y exhortó a israelíes y palestinos a crear "un clima de confianza" frente a la actual ola de violencia.
Católicos de todo el mundo celebraron en Roma el Domingo Santo, el momento más importante del año para la fe cristiana, cuando se conmemora la resurrección de Jesucristo y el pontífice pronuncia el tradicional Urbi et Orbi (“para la ciudad y para el mundo”) como colofón de una Semana Santa empañada este año por la preocupación ante la salud de Francisco.
Ante miles de peregrinos, religiosos y turistas congregados en la Plaza de San Pedro, el papa pidió “confianza entre personas, pueblos y naciones” e hizo votos por que el júbilo de la Pascua “ilumine la oscuridad y el pesar en el que, con demasiada frecuencia, se ve envuelto nuestro mundo”.
“Ayuda al amado pueblo ucraniano en su viaje hacia la paz, y lleva la luz de Pascua sobre el pueblo de Rusia (...) Consuela a los heridos y a todos aquellos que han perdido seres queridos por la guerra, y permite que los prisioneros puedan regresar sanos y salvos a sus familias”, oró el pontífice, que ha hecho llamados en varias ocasiones por el cese de la guerra en Ucrania.
El papa mencionó a los fieles nicaragüenses, que se han visto impedidos de celebrar tradiciones ancestrales de Semana Santa. "Sostiene señor a las comunidades cristianas que hoy celebran la Pascua en circunstancias particulares como en Nicaragua y Eritrea y acuérdate de todos aquellos a quienes se les impide profesar libre y públicamente su fe", pidió el papa.
También elevó una oración por los afectados y las víctimas del mortal sismo que golpeó Siria y Turquía hace dos meses.
Francisco pidió una “reanudación del diálogo, en un clima de confianza y respeto recíproco, entre israelíes y palestinos, para que esa paz pueda reinar en la Ciudad Santa y en toda la región”, en una referencia a Jerusalén y al reciente repunte de violencia que sufren israelíes y palestinos.
El pontífice argentino elogió también a las naciones que reciben a refugiados. “Regocijémonos con los signos concretos de esperanza que nos llegan de tantos países, empezando por los que ofrecen asistencia y bienvenida a todos los que huyen de la guerra y la pobreza”, dijo, sin mencionar a ningún país concreto.
Este domingo, también llamado de Pascua, representa el fin de la Semana Santa, la mayor celebración del año para la religión católica, con Roma como la capital y sede principal de las conmemoraciones.
Este año, una extraña coincidencia en los calendarios de la fe musulmana, judía y cristiana ha hecho que el Ramadán y la Pascua Judía coincidieran en el tiempo con la Semana Santa.
Según los servicios de seguridad del Vaticano, unas 45.000 personas llegaron este domingo hasta la Plaza de San Pedro para presenciar la misa presidida por Francisco, quien también encabezó una vigilia de más de dos horas la noche anterior.
El papa Francisco, quien salió del hospital hace una semana aquejado de bronquitis, ha presidido la mayoría de los actos en la cargada agenda.
El pontífice lavó los pies a doce feligreses en recordación a la misma acción realizada por Cristo, según los Evangelios, y encabezó la misa del Viernes Santo en la basílica de San Pedro, aunque no asistió a la procesión, en la que se recuerda el Via Crucis de Jesús y que se realiza al aire libre por las calles de Roma. El clima frío de este abril obligó al papa de 86 años a velar por su salud.
Es la primera vez que Francisco no preside el servicio del Vía Crucis en el Coliseo de Roma desde que fuera ordenado como Sumo Pontífice de la Iglesia Católica en 2013. Durante la epidemia de COVID-19 el evento se trasladó al Vaticano y se llevaron a cabo versiones reducidas, pero Francisco siempre las presidió.
Semana Santa en Latinoamérica
Luego de tres años de restricciones por el COVID-19, Latinoamérica celebró la Semana Santa con actos litúrgicos y tradiciones que para muchos van más allá de la religión, hasta convertirse en parte de su identidad cultural.
Procesiones vistosas, festivales, carnavales y ferias conviven junto a misas y liturgias que recuerdan la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.
Los católicos, hasta hace muy poco la fe que dominaba casi exclusivamente el centro y sur del continente, son quienes usualmente protagonizan los festejos más multitudinarios. Otras denominaciones cristianas, con cada vez más fuerza en la región, suelen mantener sin embargo celebraciones más modestas.
Casi todos los países declaran festivos a partir del Jueves Santo, por lo que muchos ciudadanos aprovechan los días de asueto para ir a la playa o viajar dentro y fuera de sus países.
Entre las tradiciones de Semana Santa más coloridas estuvieron los famosos Palmeros de Chacao, con más de dos siglos de tradición en Venezuela y los desfiles de fieles vestidos de púrpura en Guatemala y El Salvador.
La Semana Santa también trae a la mesa comidas típicas de la celebración que cambian de acuerdo a los países, pero en las que casi siempre reina la torrija, el postre venido desde España, país responsable de propagar el catolicismo durante siglos de dominio colonial.
Uno de los pocos países donde las tradiciones de la Semana Santa han perdido fuerza es Cuba, bajo un gobierno comunista desde los años 1960s, que solo en 1998 hizo las paces oficialmente con la Iglesia Católica tras la visita del papa Juan Pablo II y declaró festivo nuevamente el Viernes Santos después de la visita de su sucesor, Benedicto XVI.
Por otro lado, el gobierno de un aliado de La Habana, el del presidente Daniel Ortega, ha perseguido en Nicaragua a fieles que intentaban celebrar tradiciones ancestrales de la Semana Santa en el país y expulsó al menos a un sacerdote extranjero por celebrar una misa dedicada al obispo Rolando Álvarez, preso por su actividad opositora.
(Con información de AP)
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