El general a cargo del manejo de las armas químicas y nucleares rusas, Igor Kirillov, murió este martes al explotar una bomba en una calle de Moscú, el asesinato más prominente dentro Rusia desde el comienzo de la guerra en Ucrania.
Kirillov murió junto con un asistente después de que detonara un artefacto explosivo colocado en una motoneta.
Funcionarios ucranianos no identificados confirmaron a varios medios de comunicación que fueron ellos los responsables, mientras un funcionario estadounidense dijo a la Voz de América que Estados Unidos no estaba al tanto de la operación de antemano.
El Departamento de Estados excluyó cualquier involucramiento estadounidense. Matthew Miller, su vocero dijo:
“Obviamente, era un general que estuvo involucrado en una serie de atrocidades, estuvo involucrado en el uso de armas químicas contra el ejército ucraniano. Es algo que Estados Unidos ya ha evaluado públicamente anteriormente.”
Mientras Estados Unidos reiteró que no apoya ni permite este tipo de actividades, un día antes Ucrania había acusado al general de incurrir en actos criminales, y lo responsabilizó del “uso masivo de armas químicas prohibidas” en Ucrania.
El Kremlin ha negado estas acusaciones y no ha comentado sobre este asesinato. El expresidente ruso, Dmitry Medvedev, prometió venganza contra la gerencia ucraniana.
“Debemos hacer todo lo posible para destruir a los patrocinadores que están en Kiev. Estos patrocinadores también son conocidos. Se trata de la dirección político-militar de Ucrania”.
Según analistas, este asesinato es poco probable que cambie la situación en el campo de batalla. El Kremlin sigue decidido en ir adelante con la guerra y no dar marcha atrás.
Ucrania utiliza este tipo de operaciones encubiertas para ayudar a compensar sus desventajas frente a su adversario más grande y mejor equipado, dicen los analistas. Incapaz de detener el avance ruso en el campo de batalla, Ucrania ha aumentado el número de acciones encubiertas, mientras una posible paz parece lejana.
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