Por su peso económico y político, así como por la naturaleza de sus propias relaciones bilaterales, la articulación del gobierno del presidente Barack Obama con Colombia, Perú y Venezuela podría incluirse en un plano de equidistancia, donde no hay equidistancias.
Mucho trabajo y menos exposición pública parece ser parte de la receta.
Aún cuando desde el principio el presidente venezolano Hugo Chávez intentó acercarse al presidente Obama e incluso llegó a regalarle el libro “Las venas abiertas de Latinoaméricana”, del uruguayo Eduardo Galeano, y posteriormente optó por ir a la confrontación e incluso volvió a hablar de “olor a azufre”, por la presencia de un mandatario estadounidense, la respuesta fue siempre la misma, silencio.
La falta de respuesta coloca a Chávez en la posición de que donde uno no quiere dos no pueden, por lo que el presidente venezolano ha intentado ir a través de la confrontación con su vecino, Colombia, a raíz del acuerdo militar con Estados Unidos para uso de las bases militares colombianas por fuerzas estadounidenses, como elemento de encontrar una respuesta a sus comentarios.
Tampoco ha encontrado eco en tal sentido, ni siquiera cuando ha elegido luego confrontar con Holanda, por las bases de Aruba y Curaçao que permite a Estados Unidos usar.
Incluso en medio de una fuerte crisis energética y tras concretar una devaluación a poco de comenzar 2010, el presidente venezolano sigue insistiendo en su discurso de confrontación respecto a su decepción con el presidente estadounidense.
Colombia y Perú
Tampoco ha sido verbal la posición del gobierno de Obama respecto a Colombia, sino de hechos, lo que se ha cristalizado en una renovación del Plan Colombia.
Para el 2010, el gobierno del presidente Álvaro Uribe confía en obtener la aprobación del Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos.
La firma de un acuerdo para el uso de siete bases militares colombianas por tropas estadounidenses en su lucha contra el narcotráfico colocó a Colombia en una posición difícil frente a los gobiernos izquierdistas de Latinoamérica, sin embargo, la firmeza de Uribe respecto a la validez del acuerdo ha desanimado a muchos de sus críticos.
Al comenzar 2010, la presencia del subsecretario de Estado de Estados Unidos, James Steinberg, en visita a Colombia y Perú, para discutir sobre económica y la política de combate al narcotráfico, reafirmó la apuesta a una avanzada diplomática del gobierno estadounidense en la región, que se inició con la confirmación de Arturo Valenzuela como secretario de Estado adjunto para Latinoamérica.
Perú y Colombia apoyaron la posición estadounidense respecto a Honduras y siguen posicionados como socios comerciales relevantes en la región, aún cuando son los mayores productores de cocaína de la región y los principales receptores de ayuda estadounidense en la lucha contra el narcotráfico.
La equidistancia pública, donde no hay equidistancias, tanto en la relación con socios como con países con actitud fuertemente crítica como Venezuela y Bolivia, ha reducido las tensiones en el primer año del presidente Obama en el gobierno, por más que las naciones de la región sigue reclamando por una actitud más clara y definida del actual gobierno de Estados Unidos.