Sin cordones en los zapatos, cambio de ropa, comida o un techo para dormir, Melissa espera en Nuevo Laredo, México, una cita con una corte de inmigración estadounidense que le dirá cuál será el siguiente pasó de su travesía hacia el país norteamericano.
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La joven venezolana, quien llegó al estado fronterizo de Tamaulipas, dice que no entiende por qué no fue aceptada de manera inmediata su solicitud de asilo político en EE.UU.
“En mi vida pensé que esto iba a ser así, le dicen el sueño americano, pero para mí ha sido la pesadilla americana”, dijo Melissa a la Voz de América.
En enero de este año, el gobierno del presidente Donald Trump anunció una nueva política que evita que las personas que piden asilo en la frontera sur, puedan entrar a territorio estadounidense, y en cambio, tienen que esperar al otro lado a que su caso sea resuelto por una corte de inmigración.
Melisa dijo que al recibir la noticia de que sería devuelta a México le suplicó “con miedo y terror”, al oficial de inmigración que la dejaran quedarse en suelo estadounidense.
La Casa Blanca ha defendido esta política, asegurando que garantiza que las personas que piden asilo no evadan presentarse ante la corte y se queden de manera irregular en el país.
Melissa forma parte de los más de seis mil venezolanos que han solicitado asilo en Estados Unidos este año, debido a la crisis que enfrenta el país y que ha obligado a casi cuatro millones de personas a dejar sus hogares, pasando a ser la primera nacionalidad que más solicitudes presenta en Estados Unidos, sobrepasando a los chinos.
En el 2018, unos 30,000 venezolanos pidieron asilo al Servicio de Inmigración y Ciudadanía de Estados Unidos: esto es casi un tercio de todas las solicitudes que recibió la agencia, según los datos del gobierno.
Matthew Reynolds, representante regional de ACNUR para EE.UU. y el Caribe, dice que aunque son muy pocos los venezolanos que han venido al país a través de la frontera sur, se trata de un fenómeno que está aumentado.
El camino por tierra es peligroso; La ONG, Amnistía Internacional, por ejemplo, ha denunciado que en el recorrido entre México y Estados Unidos, especialmente cerca a las zonas fronterizas, los migrantes han sido víctimas de robos e incluso secuestro por parte de bandas criminales.
Melissa cuenta que ese fue su caso, fue secuestrada junto con otros migrantes en Reynosa, México, y los obligaron a pagar un rescate con dinero que consiguieron de familiares en Estados Unidos.
“Fueron días de frustración y tristeza, de no saber nada de mi familia, ni ellos de mi”, contó la venezolana.
Melissa dice que todavía conserva la esperanza de poder encontrarse con sus tres hermanas en territorio estadounidense: “Aún así sigo aquí y voy a pelear por mi caso”, aseguró.