El bar de la azotea de Koshini sirve vino local y una vista impresionante de Tiflis, la capital de Georgia, bañada, en una noche reciente, por una puesta de sol rosada. La clientela que bebe cócteles no son jóvenes locales modernos, sino rusos.
“La gente aquí ve la diferencia entre el gobierno ruso y su pueblo”, dice Aleksabd Klabukov, de 30 años, de San Petersburgo, que llegó aquí poco después de la invasión de Rusia a Ucrania.
“Yo no estoy de acuerdo con la guerra”, explica Klabukov. “Me siento que aquí soy bienvenido”.
Los grafitis antirrusos que cubren las calles de Tiflis cuentan una historia más complicada entre los dos países y sus pueblos. Los georgianos le han dado una bienvenida mixta a la reciente afluencia de rusos como Klabukov, lo que refleja la visión general fracturada del país sobre Rusia.
Los lazos cálidos entre el partido gobernante Sueño Georgiano y Moscú contrastan marcadamente con los sentimientos incondicionalmente pro ucranianos en las calles.
A pesar de que las afirmaciones del gobierno de Georgia de tener en la mira afiliarse a la Unión Europea y la OTAN, objetivos que la mayoría de los georgianos respaldan firmemente, está aumentando los lazos económicos con Rusia, lo que según analistas y críticos, lo aleja de los sueños europeos.
“Estamos bajo una enorme presión y bajo un gran, gran riesgo de ser atacados”, dice el legislador de Sueño Georgiano Nikoloz Samkharadze , explicando la postura “pragmática” de su partido hacia su poderoso vecino. “Por lo tanto, tenemos que caminar por una línea muy fina”.
Los innumerables críticos del partido ven las cosas de manera diferente. Otros también sugieren que el fundador de Sueño Georgiano, el ex primer ministro Bidzina Ivanishvili, que hizo gran parte de su fortuna en Rusia, está orquestando la supuesta inclinación del país hacia Moscú.
El partido niega rotundamente cualquier participación de Ivanishvili, quien abandonó formalmente la política en 2021.
“El gobierno georgiano ha elegido el lado ruso”, dice Giorgi Vashadze, presidente del partido opositor Formador de Estrategia. “Sueño Georgiano públicamente dice que son pro occidentales, pero sus acciones son antioccidentales y prorrusas”.
Apoyando a Ucrania
La huella de Rusia es evidente en un acantilado ventoso a 100 kilómetros de la capital, donde los monitores de la UE ayudan a mantener la estabilidad. Abajo, un camión de suministros ruso avanza por un camino sinuoso hacia el pueblo de Khurvaleti, cortado a la mitad por una invasión anterior del Kremlin.
Eso fue en 2008, cuando Georgia luchó y perdió una breve guerra que cortó las relaciones diplomáticas con Rusia. Hoy, el 20 % de Georgia, incluida la mitad de Khurvaleti, está controlado por separatistas respaldados por Moscú.
Samkharadze de Sueño Georgiano, era un adolescente durante la guerra. “Como una generación que creció con eso, sentimos la responsabilidad de evitar cualquier escenario similar”, dice, explicando la postura cuidadosa de su partido hacia Moscú.
Pero en el asentamiento de Tserovani, que alberga a miles de georgianos desplazados por ese conflicto, Nana Chkareuli, de Osetia del Sur, llega a una conclusión diferente. Todavía sueña que su región separatista pueda regresar al campo georgiano, pero no gracias a Rusia.
“Todos los días apoyamos a Ucrania y observamos lo que sucede”, dice Chkareuli. “Si Ucrania gana, tendremos más oportunidades. Si no, no tendremos ninguna posibilidad”.
Varios rusos aquí también apoyan a Kiev. Se estima que 100.000 han llegado a Georgia desde la guerra de Ucrania, por motivos comerciales o políticos. Otros llegaron años antes, viendo al país como un refugio seguro contra un Kremlin cada vez más represivo.
También lea Una semana que se convirtió en un año: los ucranianos que escaparon a Georgia“Georgia es el centro de la comunidad de exiliados políticos”, dice Egor Kuroptev, quien llegó a Tiflis hace casi una década. En la actualidad, dirige la oficina del Cáucaso Sur de la Fundación Rusia Libre, que apoya a los exiliados políticos rusos.
Al igual que Klabukov del bar de Koshini, dice que los georgianos los han tratado bien en gran medida, aunque las relaciones se deterioraron a principios del año pasado.
Cuando los exiliados rusos comenzaron a unirse a las manifestaciones en Tiflis contra la guerra, las cosas mejoraron, dice Kuroptev.
“Los georgianos vieron que no eran monstruos”, dice sobre los rusos recién llegados. “Eran normales”.
Ese sentimiento no es universal. Los grafitis pintados en las paredes y aceras de Tiflis piden a los rusos que se vayan y con colores insultan al presidente Vladimir Putin. Si bien los recién llegados rusos han inyectado millones en la economía de Georgia, también han hecho subir los precios, alimentando el resentimiento local.
En el centro turístico de Batumi, en el Mar Negro, los rascacielos de lujo anuncian la venta de apartamentos en ruso.
“Muchos de los rusos aquí son pro Putin”, afirma Irkali Mirianashvili, un especialista en cibernética en Tiflis, expresando una sospecha popular. “Si hay muchos de ellos aquí, será peligroso para Georgia. Somos un pequeño país”.
Beneficiándose de la guerra
Desde que invadió Ucrania, Rusia se ha convertido en uno de los principales socios comerciales de Georgia. Un informe de febrero de Transparencia Internacional Georgia dice que el año pasado el país recibió 3.600 millones de dólares desde Rusia a través de remesas, turismo y exportaciones, tres veces más que en 2021.
Sin embargo, el sentimiento popular tiende hacia la desconexión. Una encuesta en septiembre del Instituto Republicano Internacional, una organización estadounidense sin fines de lucro, reflejó que la mayoría de los georgianos consideran a Rusia la mayor amenaza política y económica de su país.
Aproximadamente la mitad sospecha de la mejoría de las relaciones de Tiflis con Moscú y las encuestas indican un apoyo masivo para unirse a la UE.
El año pasado, la UE otorgó el estatus de candidato a Ucrania y Moldavia, pero no a Georgia, estableciendo en cambio una docena de condiciones para que el gobierno las cumpliera.
Bruselas está preparada para reevaluar el progreso de Georgia a finales de este año. Los observadores dudan de las afirmaciones de Tiflis de que ha cumplido la mayoría de las condiciones. En cambio, los acontecimientos recientes sugieren que Georgia puede estar moviéndose en la dirección opuesta.
En marzo, miles de georgianos protestaron contra una iniciativa que exigía que los medios y los grupos no gubernamentales se registraran como “agentes de influencia extranjera” si el 20 % o más de sus fondos provenían de fuentes extranjeras. El gobierno finalmente abandonó el proyecto de ley, que según los críticos imitaba medidas en Rusia para reprimir a la sociedad civil.
Más protestas saludaron la reanudación el mes pasado de los vuelos directos de Moscú a Tiflis. Samkharadze, de Sueño Georgiano, dice que la idea de Moscú era “romper” las posibilidades de candidatura de Georgia a la UE, pero no explicó por qué Tiflis aceptó los vuelos que, como era de esperar, generaron críticas de la UE.
“Todo lo que les importa es permanecer en el poder”, dice George Melashvili, jefe del grupo no gubernamental Instituto Europeo-Georgiano, sobre el partido gobernante, que, sin embargo, sigue siendo más popular que la fracturada oposición.
“Harán literalmente cualquier cosa para mantener el control del poder que tienen sobre el país, incluso tratar de mantener buenas relaciones con Rusia”.
Irakli Porchkhidze, vicepresidente del Instituto de Estudios Estratégicos de Georgia con sede en Tiflis, describe de manera similar al partido gobernante como en “modo de permanencia en el poder”.
“Su corazón no está con Ucrania, y eso puede ser un error estratégico”, dice sobre Sueño Georgiano. Eso será especialmente cierto si Kiev, respaldada por Occidente, gana la guerra.
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